Raquel sonrió ampliamente pues sabía que Melanie se sentía deprimida. —No estoy orgullosa, sino agradecida, aprecio lo que tengo ahora y agradezco a quienes se aseguran de que siempre tenga lo suficiente. Melanie soltó una risa amarga. —Veamos cuánto tiempo puedes estar agradecida, ¿Seguirías agradecida cuando ya no pudieras sentir el lujo? Solo esperemos. Raquel asintió y un momento después, extendió la mano hacia la puerta. —Gracias por visitar mi humilde habitación, si no tienes nada más que hacer, ¿puedo descansar? La mirada en los ojos de Melanie se volvía cada vez más aterradora, y con la mandíbula apretada, salió de la habitación de Raquel. «Debería estar intimidando a esa pobre mujer, pero ¿por qué soy yo la que está molesta?», pensó Melanie, con el ceño fruncido, detrás de

