Los labios de Isabela se apretaron con fuerza y su nariz se ensanchó para compensar la falta de aire. –¿De verdad la prefieres a ella? –Por supuesto. La risa cínica de la modelo estalló de nuevo. –Está bien, no me culpes si algo malo les sucede a ustedes dos, ya te lo he advertido, pero si quieres cambiar, todavía tienes tiempo, cariño. Piénsalo bien, no dejes que esta mujer astuta te lave el cerebro. Después de tomar una profunda respiración, Isabela mostró una sonrisa astuta, al tiempo en que un hombre, vestido como guardaespaldas entraba en el lugar. –Dame todo el dinero – Pidió Isabela, un momento después, un fajo de billetes aterrizó en su mano – Gracias por entretener a mi prometido en mi ausencia, ahora que estoy de vuelta, deberías entrar en razón, así que acepta este pago

