Su mano consigue cerrar la puerta haciendo que esta haga un ruido más fuerte de lo normal y reímos cómplices mientras que nos seguimos comiendo a besos —Menos mal que estamos en el medio del bosque— Bromeo en una breve pausa.
—Si alguno de los huéspedes se queja, le doy un buen descuento, no te preocupes— Me asegura mientras que sus dedos van subiendo la falda de mi vestido y sonrió.
—Me olvidaba que estoy saliendo* con el hijo de los dueños— Digo sarcástica mientras que voy desabrochando los botones de su camisa.
—Para que veas… cuando quieras, cambiamos de cama y vamos a la mía— Me propone y sus labios besan mi cuello haciéndome delirar.
—¿Alguna queja con esta cama? — Averiguo y paso mis manos por sus hombros para aquí quitársela y la dejo caer al suelo.
—Ninguna, pero tengo muchas
