Adrián
Camino hasta el baño en busca de aliviar un poco la excitación que vengo cargando desde que Ginebra pisó mi casa.
Bajo mi pantalón lo suficiente para sacar mi erección y duele solo de tocarla. No puedo dejar de pensar en esa mujer, en su piel blanca, en sus labios, en su jodido cuerpo. En su maldito sabor.
Carajo, esa mujer es la gloria, mi propio paraíso y mi propio pecado. Quiero poseer su cuerpo, quiero hacerla mía.
Acaricio mi mie.mbro con firmeza, imagino que son sus manos las que me acarician, traigo a mi mente la imagen de su cuerpo desnudo y mojado y siento que voy a correrme solo de pensar en su sabor, la suavidad de su centro y la calidez del mismo... Mi cuerpo se tensa y termino por manchar mi mano.
Limpio mi desastre y salgo del baño. Cómo le dije al sacerdote, tengo una reunión importante. Hombres de diferentes lugares han venido a mi casa para hacer negocios.
Mi nombre es Adán Martell, hijo menor de Dominic Martell, un importante hombre de negocios.
Pueden llamarlo delincuente, mafioso o lo que sea que quieran, pero no van a negar que es el mejor en lo que hace.
Yo voy siguiendo fielmente sus pasos, tengo mi propio negocio, sustancias ilícitas, armas de fuego y lavado de dinero. Gracias a eso tengo las riquezas que poseo y tengo a quien a mi me da la gana.
Entro a mi sala de juntas, todos están aquí, sonrío complacido. Tomo mi lugar y todos ahí no hablan, tienen prohibido hacerlo si yo no lo hago.
—Gracias por estar esta noche aquí, sé que posiblemente no es el mejor horario para vernos pero necesito que esto quede claro lo más rápido posible, el plan es...
—Una locura Martell. –me interrumpe uno de ellos y yo miro perplejo su atrevimiento.
—¿Qué carajos estas diciendo? ¿Quién demonios te crees para interrumpirme? ¿Sabes con quién estás hablando?
—Todos en esta mesa sabemos quién eres, el niño que quiere jugar a ser adulto siempre a la sombra del gran Martell. Tú jamás podrás llegarle ni a los talones a tu padre.
La sangre comienza a hervirme y no pienso ni dos segundos y descargo toda mi arma sobre ese maldito hombre.
Sus sesos vuelan por todos lados salpicando a algunos de los integrantes de esta mesa quienes ni se inmutan por lo que acaba de ocurrir.
—Sí alguien más vuelve a mencionar el nombre de Dominic Martell en esta casa solo para compararme con él, acabará igual que esa bola de sesos.
»Mi padre es un hombre respetable, su nombre no se debe mencionar con sucias intenciones. No me importa que me comparen con él por que ese hombre es todo a lo que aspiro, y no voy a permitir que nadie venga a mi casa y se mofe de mi padre o de mi diciendo que estoy a su sombra por que no es así.
»El que desee estar en este negocio será bienvenido, el que quiera salirse puede hacerlo y tienen 5 segundos para abandonar mi casa.
Nadie se levanta de la mesa y llamo a mis hombres para que limpien el desastre que el idiota del que ni siquiera sabía su nombre provocó.
—Bien, ahora hablemos de negocios señores, ¿Alguien de aquí es casado? –cuestiono y solo tres de ellos levantan la mano–, con eso es suficiente por el momento. Ahora, este el plan.
Explico punto a punto y paso por paso lo que debemos cumplir para que la entrega sea satisfactoria y sin perdidas.
***
La reunión acabó con buenos resultados y en estos días nos estaremos moviendo para prepararlo todo. Salgo hasta la sala en donde uno de mis guardias espera por mi.
—¿Qué ocurre?
—Encontramos a un hombre tratando de entrar al jardín. Lo detuvimos antes de pudiera colarse a la casa. No me hice cargo de él por que creí que querría verlo.
—¿Por qué yo iba a querer ver a un tipo de esos?
—Él alega que usted tiene algo que es suyo y no descansará hasta que se lo entregue.
Presiono el puente de mi nariz sintiéndome un poco enfadado. Odio a estos tipos, no sé que rayos quieren.
—Bien, llévame a donde lo tienen. –ordeno y voy preparando mi pistola por si la necesito y a juzgar por la situación, será mejor.
Camino por donde él me indica pero algo entre los arbustos llama mi atención. Me detengo y hago una seña discreta para que me siga, estamos a punto de llegar y escucho como gritan mi nombre, entonces todo pasa tan rápido que no soy capaz de darme cuenta de sus intenciones.
El tipo es perseguido por dos de mis hombres pero es ágil y rápido, la voz de Ginebra detrás de mi lo llama por su nombre y yo me doy la vuelta y puedo verla en bata de baño, descalza y con un cuchillo para mantequilla en sus manos.
El tipo saca una pistola y me apunta directamente a la cara, Ginebra me empuja cuando lo apunto también, el primer disparo sale al aire pero mis guardias actúan y lo abaten. Al rededor de veinte disparos cortan el silencio de la noche.
Siento un dolor aislado en mi hombro y me levanto despacio, Ginebra llora junto al cuerpo que ahora parece coladera y yo hiervo en furia.
La tomo del brazo y alejandola de ahí pero se suelta de mi agarre de manera brusca, puedo ver el maldito cuchillo atravesando mi traje favorito.
No lo saco de ahí por que no queremos daño de algún nervio o el músculo, así que lo dejo ahí hasta llegar con el doctor.
—Levántate. –ordeno y ella me mira desde abajo con odio.
—¿Quién carajos te crees que eres para darme ordenes? No seas estúpido que el haberme obligado a casarme contigo no te da ningún derecho sobre mi.
La levanto del suelo sin cuidado alguno y la pongo frente a mi, mi herida duele pero puedo soportar. Ella me mira altanera y comete un error imperdonable, uno que ya le pasé por alto.
Ginebra escupe mi cara y yo solo puedo cerrar los ojos. Estaba a centímetros de mi y eso le dio una mejor puntería.
Limpio mi cara con mi mano libre y ella lo vuelve a hacer, mi mano golpea su mejilla y cae al suelo, no voy a tolerar que me falte al respeto así.
—Hermana Marie, ese comportamiento debería avergonzarla. Que ese golpe te haga entrar en razón, lo que hiciste no estuvo bien, es un castigo y hay más de donde vino ese.
»Aunque golpear mujeres me parece ruin incluso para mi, esta vez te lo ganaste. –aseguro y la levanto de nuevo acercandola más a mi cuerpo–, la próxima vez que me insultes, me escupas, me grites o vuelvas a dañarme, voy a follarte, Ginebra.
Camino de vuelta a la casa con ella a rastras, sé que no quiere estar aquí pero yo necesito que este, por que no solo la necesito, sino que la deseo.