—¡Estás loco! No me voy a prestar para hacer semejante cosa. –le advierto cuando veo mi hábito sobre la cama. —No tienes otro remedio, además, eso de ahí te obliga a ir a una distancia prundente de mi o explotaras. –señala mi brazo vendado mientras acomoda el traje que lleva hoy. Apenas abrí los ojos me encontré con que Alexander me había sedado y puesto un dispositivo en el brazo que me impediría huir de Adán. Todos mis planes se fueron al caño. Y no bastandole resulta que debo usar mi hábito y fingir que él es un sacerdote y yo la monja que llevan víveres para los desahuciados aunque en realidad eso no es verdad sino que pasaremos o mejor dicho pasaré droga a otro país vestida de monja. —No quiero hacerlo. No puedes obligarme. —¿No? Te recuerdo que esto de aquí, –señala mi brazo v