Emma no sabía que debía hacer, sabía que la visita de Dante podía generarle demasiados problemas, en primer lugar, porque él jamás debió haberse enterado que ella estaba ahí, y en segundo lugar, porque sabía que las monjas no dudarían en contarle a su hermano y entonces se formaría la tercera guerra mundial. Emma no deseaba eso en lo absoluto, las cosas ya estaban lo suficientemente tensas entre Ezra y Dante como para añadir más leña al fuego ardiendo. –¿Planeas hacer una zanja en la habitación? – Rebeca rodó los ojos al ver como Emma caminaba de izquierda a derecha. –¡Dante no puede aparecerse aquí! Mi hermano me matará si se entera que he estado en contacto con él – la chica estaba al borde de las lágrimas, completamente desesperada. –No me digas que siempre eres tan dramática, po

