[SAMUEL] No puedo dejar de mirar a Maia mientras que terminamos de cenar y al darse cuenta, ella me observa detenidamente. —¿Me ha quedado salsa en el labio? —pregunta mientras se limpia y yo niego. —No, tus labios están perfectos —digo con picardía y sonríe. —¿Entonces? ¿Qué ocurre? —cuestiona. —Ocurre que te veo y todavía no puedo creer que vayas a ser mi esposa —expreso. Maia acomoda un mechón de cabello detrás de su oído y agacha la mirada por un momento para luego volver a verme. —¿Tanta ilusión te da casarte conmigo? —me pregunta tímidamente, y de inmediato me pongo de pie para acercarme a ella. Le ofrezco mi mano para que se ponga de pie y hago que vayamos a un lado del salón. No puedo evitar tomarla de la cintura para pegarla a mi cuerpo y perderme en su mirada azul profund

