—Tu pelo es precioso, pero debemos cambiarlo —me avisa el estilista que Marcello había contratado para hacerme un cambio de look. —¿No me pueden poner una peluca o algo así? —me quejo—. Mi cabello es lo que más me gusta de mí. Que sea largo y rubio me fascina. —Vas a vivir con mis hijos, Arabella. No puedes estar poniéndote y sacándote una peluca —Greco dice al llegar. Ayer firmé el contrato y el acuerdo de confidencialidad y hoy fui llamada por una de las tantas asistentes del CEO para que me juntara con Marcello en un centro de belleza. —¿Qué me van a hacer? —Pienso que lo mejor será cortarte un poco el pelo y ponértelo n***o —responde el estilista con demasiada tranquila. —¡¿n***o?! ¡No me pueden arruinar así el cabello! ¡El n***o es demasiado difícil de sacar! —me paro de un salt