[GONZALO] La felicidad de uno mismo, ya de por si es muy difícil de conseguir, pero poder hacer feliz a otra persona, conlleva una responsabilidad inmensa que debería dar miedo. Sin embargo, no tengo miedo de haber asumido esta responsabilidad con Ainara, y no porque me crea el mejor hombre del mundo, sino porque mis ganas de hacerla feliz son tantas que no significa ningún esfuerzo para mí, sino todo lo contrario, es un placer absoluto. La tengo cargada en mis brazos mientras que voy caminando por el pasillo del hotel rumbo a nuestra habitación, y su risa me contagia y hace que algún que otro huésped que sale de su habitación nos mire de manera divertida —¡Si, nos casamos!— Exclama eufórica y creo que no le han entendido ya que no hablan español —¡Si vamos a tener sexo porque es nuestra

