Damaris Gleddman. — Gracias Marvin, no debiste. — No se preocupe señorita Damaris, sabe que siempre estoy a su disposición – toco su hombro y lo contemplo agradecida. — Eres increíble. – le doy una sonrisa cálida, volteo y admirando el enorme edificio del aeropuerto que se encuentra en frente de mí, tiro un enorme suspiro de alivio por alejarme, al fin, por unos días de las revoltosas mujeres de mi casa. Marvin me ayuda a retirar mis maletas del auto y luego de darle un abrazo, me adentro a mi próximo vuelo a México. Me siento emocionada, siempre quise ir a visitar ese país, no he tenido la oportunidad hasta el día de hoy. (…) Después de unas largas horas de viaje, la voz entonada del piloto me levanta de mi acogido sueño. Ya habíamos llegado al Aeropuerto I