Curtis Wood Hay una línea muy fina entre hacer lo correcto y hacer lo que uno desea con cada maldito hueso del cuerpo. Y yo llevo tres días caminando sobre ella como si no ardiera. Sedona fue… mucho. Más de lo que esperaba. Más de lo que debería haber permitido. Angelica se abrió como nunca, no con confesiones, ni promesas, sino con gestos, silencios, miradas. De esas que uno siente en la piel antes que en el corazón. Y yo, como un imbécil que se cree dueño de su propio control, le seguí el juego. No la toqué más de lo debido. No le dije nada que no pudiera sostener. Pero cada noche que dormí con ella en los brazos, supe que me estaba metiendo en un territorio del que ya no iba a salir ileso. Por eso… por eso ya está decidido, no iremos a Las Vegas. Ella lo mencionó una vez, sonriendo