Curtis Wood
Angelica está sentada en una banqueta de las que rodean la encimera de la cocina, con una taza de café en una mano y las piernas desnudas cruzadas en el aire.
Lleva mi camiseta puesta y solo eso hace que mi erección le dé los buenos días, otra vez. No importa que la haya tenido gimiendo mi nombre toda la noche, que haya despertado con mi cara entre sus piernas, cuando se trata de Angelica no tengo control.
Ninguno.
Verla así debería bastarme para perder el rumbo esta mañana, pero tengo un plan, uno que no pienso dejar a medias. Aunque me afecte físicamente.
—¿Dormiste bien? —pregunto, acercándome con mi taza, y con mi tono de voz más indiferente.
Los ojos de mi bella principessa no me han abandonado desde que salí del área del gimnasio.
—Dormí increíble —asegura, dándo
