¿Quién diría que Jagger escondía una personalidad tan dulce y amorosa, debajo de la cantidad de capas de idiotez y cachondez que acostumbraba mostrar? Claramente yo no lo hubiera dicho ni en un millón de años. Pero ahora mientras despertaba, a causa de los besos esparcidos en mi hombro, no podía dejar de pensar en él, como un algodón de azúcar. —Sé que ya estas despierta, girasol. Vamos te he traído el desayuno. —sonreí, aún sin moverme de mi posición, me sentía bastante bien así. —Se enfriará tu café. —¿Cómo supiste que había despertado? —Fue fácil, dejaste de roncar. —fruncí el ceño, mientras me sentaba en la cama. Tiré todo el cabello fuera de mi rostro y le lancé una mirada de advertencia. —¡Yo no ronco! —Si lo haces, ¿Quieres verlo? Te filmé, para que no lo puedas negar. —