Jagger Estaba decidido a destrozar nuevamente el maldito aparato de tortura, el cual no paraba de sonar, mientras luchaba por alcanzar. Eran las siete de la mañana y debía estar en el hospital a las siete treinta, cargándome la que sería una de las mayores resacas que he tenido en el último tiempo. Había sido una pésima idea salir anoche, pero no lo vi de esa manera a la hora de irme, algo que sin duda ahora veía con claridad. Cuando por fin pude apagar esa maldita cosa, fue aún peor, porque amargamente descubrí que no estaba amaneciendo solo. La chica junto a mí se quejó y volteó, enrollando su brazo en mi cintura. En serio había bebido demasiado la noche anterior, tanto que ahora debería enfrentarme a la chica pelirroja, cuyo nombre desconocía. Para bien o mal debería desper
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