Draven Alkana
Sonrío con sutileza, una sonrisa fingida que sólo puede sostenerse con años de entrenamiento en el engaño.
— Por supuesto — miento, acariciando su brazo con fingido interés.
Dentro de mí, no puedo evitar preguntarme si Rubí — la verdadera Rubí — hace esto por elección o por pura y cruel obligación. ¿Acaso ella también sonríe mientras vomita por dentro?
— Espero que los trates como sabes — añade, sin notar la mínima diferencia entre ella y yo. El antifaz me protege, sí, pero también lo hace la arrogancia de los hombres que creen que las mujeres son fácilmente intercambiables.
Seguimos caminando por los pasillos, rodeando salones y cortinas, pasando entre luces rojas y sombras. Cuando ya estamos cerca de la sala principal, el maldito no duda en deslizar su mano por debajo
