Camila
No puedo evitar quedarme paralizada al sentir sus labios sobre los míos, sus manos me toman de la cintura y me pegan más a su cuerpo, traspasándome su calor corporal y haciéndome sentir su excitación a través de la ropa. Siento que me está besando con todas las ganas del mundo, y vaya que lo sabe hacer muy bien. Desliza sus manos, suaves y calientes, a través de mi camiseta y roza mi cintura con sus dedos, provocándome una corriente eléctrica por todos lados. Su boca es tierna y se mueve segura sobre la mía, pero no puedo continuar con esto, así que le doy un pequeño empujón y me alejo lo más rápido posible de él.
Mi corazón está latiendo a mil por hora a causa de la sorpresa y de una nueva sensación que no esperaba para nada porque, siendo sincera, debo admitir que el beso me gustó demasiado.
Debo estar volviéndome loca. Sus ojos siguen clavados sobre mí, con expresión salvaje y confundida. No noto signos de arrepentimiento en su rostro, lo que me hace pensar que sabía muy bien lo que estaba haciendo.
—¿Qué se te pasó por la cabeza? —cuestiono atónita, acomodando mi ropa.
—Debería pedirte disculpas, pero la verdad es que no me siento culpable en lo absoluto —dice sin despegar su vista de mis labios. Siento que me sonrojo y masajeo mi sien para no decir una barbaridad.
—Por favor, Andrés, andá a tu casa —es lo único que me sale decir—. No es buen momento para esto, no está bien, no quiero nada serio ni tampoco quiero tener algo fugaz. Estoy bien sola y no...
—Está bien —me interrumpe asintiendo con la cabeza. Vuelve a acercarse a mí y me quedo viendo su sonrisa traviesa a tan solo centímetros de mi rostro—. Pero no me digas que no sentiste nada, porque yo sí lo sentí. No me arrepiento para nada de haberte besado y lo volvería a hacer, una y otra vez.
Trago saliva y, al ver que no digo nada, se encoge de hombros. Toma su campera y se la pone sin dejar de mirarme.
—Bueno, entonces perdón, intentaré controlarme la próxima vez, pero no te prometo nada... cuantos más "no" me digas, más ganas voy a tener de estar con vos —agrega antes de dar media vuelta y comenzar a salir.
—O sea que sos un acosador... —expreso con tono afirmativo. Se detiene en el lugar, me mira con los ojos entrecerrados y se cruza de brazos.
—No, solo soy insistente y nunca me quedo con las ganas. Y cuando digo de nada, juro que es de nada. Tengo todo lo que quiero, y si no puedo tenerlo, no paro hasta lograrlo.
—Bueno, pero yo no soy un objeto como para que te encapriches conmigo. Y cuando yo digo que no, juro que es no —replico desafiante. Suelta una carcajada irónica.
—Ya lo veremos, morocha.
Antes de dar el último portazo, me observa por última vez y me guiña un ojo con galantería.
Bufo y tiro mi cabello hacia atrás. ¿Acaso está loco? ¿Cómo puede ser tan sinvergüenza? Ahora no voy a poder ni mirarlo a los ojos, ¿qué voy a hacer? Es que sí, admito que besa demasiado bien, pero yo no puedo sentir nada por él. No quiero sentir nada, en realidad, y me tomó tan por sorpresa que me dejó confundida... ni siquiera actué bien, debería haberle pegado una cachetada o empujado más fuerte, pero no tuve fuerza de voluntad. Soy muy débil, pero a partir de mañana le voy a marcar el límite, sino va a seguir propasándose conmigo.
Niego con la cabeza y me pongo a limpiar el desastre que quedó a causa de la máquina. Mañana voy a tener que llamar al técnico para que la venga a ver porque no es muy normal que haya pasado eso. Debería haberle dicho a Andrés que se quedara a limpiar, pero la verdad es que quería alejarme lo más rápido de él. Ahora solo me queda perder mi tiempo en esto.
Cuando termino, me abrigo para salir. Ya es completamente de noche y se nota desde acá el frío que está haciendo, así que me preparo mentalmente para sentir el impacto de la temperatura. Termino de cerrar el local desde afuera y me dirijo a la parada del colectivo. No puedo creer que no dejo de recordar ese beso. Suspiro y juego con mi pelo de modo pensativo, supongo que es bastante normal, ¿hace cuánto nadie me besaba con esa pasión? Obviamente que voy a recrear la escena en mi mente varias veces hasta que salga de mi asombro, mañana ya se me va a pasar. Solo espero poder mirar a los ojos a mi empleado.
Cuando llego a casa, ceno con mi familia, acuesto a mi nena y me voy a mi habitación. Al fin tengo un poco de tiempo para relajarme y poder hablar con amigas o ver una película. Decido hacer lo primero, tengo que contarle a Catalina, mi mejor amiga, que Andrés me besó. Si le cuento a Celeste se va a volver loca de felicidad, ella quiere que le dé una oportunidad al muchacho a toda costa porque sabe que le gusto, pero yo no pienso aceptar. ¿Quién me garantiza que lo que me hizo hoy no lo hace con cualquiera? Tiene pinta de mujeriego y yo no quiero sufrir más. Bastante pasé con mi ex.
Catalina // 00:20
¡OMG! ¿Cómo que te besó tu nuevo empleado? Necesito saber más.
Yo // 00:21
Sí, el muy tonto me besó. Creo que debería echarlo, ahora no sé qué hacer...
Catalina // 00:22
¿Y por qué no le das una oportunidad, Cami? Digo, es obvio que le gustas. ¿De verdad lo vas a echar?
Yo // 00:23
Es que a él le gustan todas, no es que yo le gusto enserio. Y no, no creo que lo despida, pero se va a sentir tan raro verlo después de esto.
Catalina // 00:24
Yo que vos me lo como a besos y aprovecho su experiencia para pasarla bien un rato, ¿qué te puede hacer?
Ruedo los ojos y decido no contestar. Para ella es fácil decirlo, pero ¿cómo se le ocurre que le dé una oportunidad a este hombre? Es que no lo conoce y, por momentos, siento que no me conoce a mí tampoco. Ella sabe claramente que yo no le doy chances a este tipo de hombres, menos después de Jonathan.
Suspiro, apago el teléfono y lo dejo sobre mi mesita de luz. Mañana va a ser un nuevo día y me va a ir mejor, espero.
--------
La lluvia golpeando contra el tejado me saca de mi ensoñación. Perfecto, ahora las ganas de quedarme en la cama se acrecientan al mil y me pongo a pensar en excusas para faltar al trabajo, pero no sería muy profesional de mi parte. La razón por la que no quiero ir no es por la lluvia, en realidad, sino porque no quiero ni ver a Andrés. Lo primero que hice al despertar fue pensar en sus labios y en ese beso que me robó precipitadamente, no sé cómo voy a hacer para mirarlo a la cara hoy. Creo que mi mente no está lista para enfrentarlo.
A duras penas, me levanto, me coloco mi calzado de peluche y voy directo al baño para pegarme una ducha caliente antes de salir. Odio el invierno, pero no puedo hibernar como una tortuga, así que me abrigo lo necesario para no pasar frío. Me cuesta caminar con tanta ropa, pero peor es congelarse en la calle.
Le doy un beso a mi hija que duerme plácidamente y me voy. Camino a toda velocidad hasta la parada del colectivo, aprovechando que no llueve mucho y no tengo que abrir el paraguas. Justo pasa mi transporte, así que presiento que este va a ser mi día de suerte.
Llego a la cafetería y, de lejos, ya voy viendo una silueta masculina apoyada contra la pared, tirando humo por la boca. Ruedo los ojos. ¿Se cayó de la cama?
—Buenos días —saludo, sacando las llaves del local de mi mochila. No lo veo a la cara porque estoy segura de que miraría sus labios.
—Buenos días, jefecita —responde sonriendo. Noto de reojo cómo me mira de arriba abajo y trago saliva cuando acerca su cuerpo al mío para ayudarme a sacar la reja.
—Creo que llueve porque llegaste temprano —comento entrando al negocio y comenzando a prender las luces. Él suelta una risa y se encoge de hombros.
—Es que no me aguantaba las ganas de volverte a ver —murmura acercándose con lentitud. Me alejo lo más rápido posible.
—Voy a ver si anda la máquina, ojalá se haya arreglado, después del desastre de ayer...
—Para mí no fue ningún desastre —me interrumpe. Bufo y me rasco la nuca.
—¿Querés un café? —cuestiono para cambiar de tema. Asiente con la cabeza y enciendo la cafetera para ver si funciona. Gracias a Dios, no pasa nada extraño, así que hago una taza para él y otra para mí.
Andrés se sienta en un taburete y no deja de mirarme mientras tomo mi bebida.
—Te voy a decir la verdad... vine temprano porque tengo una entrevista —me dice. Lo observo con incredulidad y arqueo las cejas.
—¿Entrevista? —repito en modo de pregunta.
—Ajá. Me va a servir para retomar mi fama y a la vez hacerle publicidad a la cafetería, ¿no te parece?
—Mmm... no estoy muy de acuerdo, pero bueno, mientras no salga mi cara. —Me encojo de hombros con desinterés.
—Bueno, creo que eso va a ser un problema —murmura sonriendo con inocencia.
—¿Por qué?
—Es que... tenés que hacer de cuenta que sos mi novia.
No para de sonreír con aspecto travieso y me quedo observándolo con perplejidad. Definitivamente, está loco si piensa que voy a hacer semejante cosa.
¡Que alguien me ayude!