Elizabeth Collins. —Estoy muerta —bufo tirándome en el sofá y estirando las piernas. —No vuelvo a usar estos tacones nunca más. Mis pies duelen como el infierno. —No deberías, amiga. Estás embarazada —me recuerda Ale y sonrío tiernamente llevando mis manos a mi vientre. —Debes cuidarte y no hacer corajes, por ejemplo. —Yo tengo una noticia que te va a levantar los ánimos más que el éxito rotundo del desfile y te hará olvidar esos dolores —Ariel entra demasiado sonriente con una carpeta en sus manos. —Si adivinas te daré puntos extras y saldremos a cenar en un lugar que les va a encantar. Llevamos a la abuela, por supuesto. Me quedo mirando sus gestos tratando de adivinar lo que tiene para mí. Debe ser muy bueno, porque tiene una sonrisa de oreja a oreja y tampoco haría todo esto de no

