—Bueno, lo puedes deducir por su aspecto. Es el típico reaccionario. Verena se encaminó hacia el espejo para ver si se había colocado bien el sombrero, y Olive se levantó con desgana, como lo haría una persona que no tuviera el menor deseo de comer. —Déjalo que reaccione como quiera, por el amor del cielo, no le hagas caso —fue la respuesta de la señorita Chancellor, y Verena sintió que aquella no había expresado todo lo que tenía en mente. Deseó bajar a comer, pues ella, la verdad sea dicha, tenía muchísimo apetito. Llegó a sospechar que Olive tenía una idea que no se atrevía a expresar, tanta era la zozobra que comportaba—. Lo sabes muy bien, Verena, esta no es nuestra vida real, no es nuestro trabajo —concluyó. —Por supuesto que no lo es —dijo Verena, sin fingir al principio que no e