Corte de listón

1836 Palabras
– Tuve razón, te morías por decirlo. Suerte con tus decisiones correctas y planificadas. Vas a necesitarla, según escuché no te ha ido muy bien – dijo Regina y con esa sonrisa que tanto la caracterizaba, entró al elevador y se despidió de Sarah. Ella soltó un bufido. ¿Qué tanto sabía Regina?, ¿sabía sobre su compromiso anulado?, ¿las demandas? – Mamá – dijo Sarah entre dientes e hizo una pausa para ir al baño y retocar su maquillaje, ese día no podía arriesgarse a perder la compostura. Y si había alguien que la hacía perder los estribos, esa era su hermana Regina. El día en que decidió su profesión ocurrió en una inesperada tarde, volvía de visitar la fábrica de cosméticos, estaba cansada, tenía cientos de números en su cabeza y se sentía…, tonta. Sí, ella. La inteligente y perfecta Sarah Duarte se equivocó en las cuentas, no pudo calcular correctamente el volumen de producción e hizo el ridículo delante de su padre, nunca olvidaría ese día, sabía que quedaría marcada para siempre y entonces, volvió a casa y lo vio. Su madre sonreía tan abiertamente, con una risa escandalosa que ella nunca había escuchado y a su lado estaba Regina, ambas miraban un desfile de moda y hablaban en un idioma que Sarah no comprendió. – ¡Contesta rápido!, ¿de qué color es la falda? Regina se golpeó las piernas para simular el sonido de los tambores – aceituna. – Muy bien, ¿qué opinas del estilo? Regina suspiró y movió los hombros de la misma forma en que hacía su madre, finalmente dijo – transparencias, no debió usarlas, hacen que la modelo se vea esquelética. Su madre aplaudió – excelente, ¿cuál es la regla de oro de la moda? – “No es el costo, es la presencia” Sarah sintió que un escalofrío le recorría la espalda, nunca antes notó cuán parecidas eran su madre y su hermana, o la forma en que interactuaban cuando el resto de la familia estaba fuera. Sarah sintió envidia de la conexión que existía entre ellas e intentó involucrarse, pero no era tan fácil, porque Regina y ella eran tan diferentes, como el agua y el aceite. Regina se maquillaba en menos de quince minutos y quedaba como una actriz de cine, elegía lo que quería ponerse sin pensarlo demasiado y terminaba con un estilo de diseñador de moda, nadie en su línea de trabajo se veía tan elegante como Regina mientras visitaba tiendas para analizar la presentación, las personas que trabajaban con ella a menudo la confundían con una promotora de moda, y lo que Sarah más detestaba, era la forma en que Regina enfrentaba una crisis. El mundo entero podía llamarla “falsa princesa”, pero Regina sonreía felizmente y respondía con un comentario mordaz. Las críticas, los insultos y los señalamientos, todos explotaban en el aire como burbujas de jabón mientras Regina giraba probando el vuelo de su vestido y se despedía con un beso. Igual que su madre, la mujer que fue llamada “caza fortuna”, tantas veces, que Sarah perdió la cuenta. Una vez le preguntó a su madre por qué no estaba molesta y ella respondió. – ¿Molesta yo?, cariño, ellos son los que sufren, imagina cuán aburridas son sus vidas, si yo soy lo más relevante – presumió – a mí me aman o me odian, nadie puede permanecer indiferente. Sarah bien podía imaginar a Regina diciendo las mismas palabras, con tanta seguridad, sin derramar ni una sola lágrima. Fue por vanidad que se interesó en la moda, quería impresionar a su madre de la misma forma en que Regina lo hacía y terminó perdiéndose en ese mundo, los diseños, los colores y los estilos, todo era tan diferente de como lo imaginó. El mundo de la moda cargaba consigo una industria de inmensos tentáculos, no solo se trataba de frivolidad, sino de telas y protocolos de cuidado para el medio ambiente, técnicas artesanales, medios de distribución, compañías de modelaje y un impacto que trascendía la moda y se colaba en la economía global. Por eso decidió crear Princesa, una tienda exclusiva de ropa en la que ella podría confeccionar sus diseños y entonces, tendría algo que siempre deseó, el reconocimiento de su madre. Pero el día en que se los mostró, su madre frunció el ceño y dijo – demasiado simples, quien haya diseñado esto quedó atrapado en el pasado – le devolvió las hojas – descuida amor, te daré el número de varios diseñadores de moda profesionales. Todo saldrá bien – le sonrió y le dio un beso. No pudo decirle que ella los diseñó, guardó ese trago amargo en su corazón y entonces…, la muerte del abuelo, el testamento, las demandas. Pronto, se vio a sí misma en una oficina alquilada y sin tiempo para llorar. Abandonó la moda, redirigió su proyecto y esperó por un milagro. Este llegó junto con Víctor Vega, el asesor financiero que invirtió en su negocio, finalmente su proyecto cobraría vida, no de la forma en que imaginó, pero eso ya no importaba. El siguiente problema, fue la colaboración con NaturaBelle. Tras un largo suspiro, salió del baño y se sentó en la sala de espera aguardando por el momento en que dijeran su nombre. La recepcionista la miró de reojo, Sarah sintió que estaba hablando mal de ella, tal vez criticaba a su madre, la llamaba oportunista o mentirosa y ella se quedó callada. No podía defenderse de las acusaciones porque todas eran ciertas. Su madre mintió e hizo que su padre criara a dos hijos que no eran suyos. Nunca pensó que esa sería su realidad. – Señorita, puede pasar – le dijo la recepcionista y Sarah notó que no mencionó su apellido. Con pasos firmes, entró a la habitación. Un par de minutos atrás, Lucas habló con Regina sobre su hermano Iván y la teoría de un homicidio, ahora, estaba con su otra hija, Sarah. – Siéntate – le indicó Lucas. Sarah obedeció y acomodó las carpetas sobre la mesa. El compromiso de Princesa estaba con los clientes, la tecnología DermaView prometía analizar el estado de la piel y recomendarles el producto que mejor se ajustara a sus necesidades y problemas, sin embargo, con quien no podía comprometerse, era con las empresas que firmaron con ella. Muchas tiendas, como parte de su contrato, tenían presentaciones y vitrinas dedicadas a una marca en especial, les daban mucha publicidad a las ofertas y actuaban como promotores al recomendar los productos y ganar comisiones, pero en el caso de Princesa la recomendación dependía de una tecnología nueva y no había forma de garantizar que el producto más vendido, sería de NaturaBelle. Lucas leyó la propuesta. Otros preferían presentaciones, videos o gráficos, Sarah sabía que su padre era un fanático del material impreso y que prefería mil veces firmar sobre un trozo de papel, a tener que hacerlo en una pantalla. Por desgracia, tener esa información no le daba la ventaja. – Cambiaste muchos detalles. – Tuve que adecuarme al presupuesto – respondió Sarah. Lucas no terminó de leer – la junta directiva rechazó la idea. Sarah ya se lo esperaba. – Tu modelo de negocios llamará mucho la atención, será una buena propaganda, pero no para nosotros. El riesgo es muy alto. NaturaBelle era la segunda marca de cuidado para la piel en el país, y había una gran brecha entre ellos y la marca que ocupaba el número uno. – Protectores para la piel – dijo Sarah, muy desesperada – hay siete productos en esa línea, limitaré los contratos con las otras marcas y ofreceremos solo los protectores de NaturaBelle, la compra dependerá de los niveles de protección. Lucas mantuvo la mirada sobre la propuesta – tres meses, dependiendo el margen de ventas, alargaremos el contrato. Sarah se levantó – gracias. Más adelante fue la fiesta de cumpleaños de su mamá y en un abrir y cerrar de ojos, llegó el mes de abril. Esa mañana Sarah se levantó temprano, respiró hondo, acomodó su cabello, calzó zapatillas que eran muy ajustadas para el tamaño de sus pies, amarró su cabello en un chongo alto y una hora después, estaba frente a la tienda para la gran inauguración. Los preparativos resonaron en su cabeza. Las flores en la entrada, las botellas de agua, el papel de baño, el voltaje de los focos, los ventiladores, fue una marejada de detalles que la dejaron helada. Era demasiado, pero no tenía tiempo para colapsar. Con una sonrisa calculada, Sarah llegó a la entrada y fue recibida por los empleados a tiempo para dar inicio. Del otro lado estaba la línea de reporteros que cubrirían la noticia, después de perder su identidad como parte de la familia Duarte, Sarah tuvo que cobrar muchos favores para conseguir que estuvieran presentes. – Saldrá bien – susurró y se aferró a la carpeta en sus manos. Revisó los últimos detalles y sintió las luces sobre su cabeza, estaba un poco mareada, miró al interior de la tienda e identificó a los invitados, por suerte estaban presentes, solo faltaba una persona – el señor Vega, ¿no ha llegado? – Lo vimos por aquí hace un momento. – Preguntó dónde estaban los baños. Sarah asintió. Al fondo, Víctor vomitó en el inodoro. Su aspecto era terrible, lo que era gracioso, se sintió bien toda la semana y justo ese día, tenía que enfermarse – ah, maldita sea – musitó al mirarse en el espejo, buscó en sus bolsillos, tomó una pastilla y la tragó sin agua, después se lavó la cara y salió al pasillo. Sarah lo estaba buscando. Y en el día más importante, su mejor socio lucía como recién salido del hospital – señor Vega, ya estamos listos. Víctor asintió – estupendo. El primer momento clave fue el corte del listón, después de eso los clientes guiados por la curiosidad comenzaron a entrar a la tienda, la ropa estaba exhibida en diferentes secciones, las marcas de zapatos se especializaban en la comodidad y el mayor atractivo era la sección de productos para el cuidado de la piel. El día pintaba para ser largo y eso era algo bueno, Sarah dependía de que la tienda fuera un éxito. Cerca de las doce de la tarde, una de las empleadas se acercó – disculpe, hay una clienta que pidió ser atendida por la encargada. Sarah se apresuró, de espaldas vio a una mujer con un traje blanco, bolso de marca, zapatos de tacón y por la forma en que llevaba peinado el cabello, se apreciaba un collar de perlas negras. – Buenas tardes, bienvenida – comenzó a decir y tragó saliva antes de reír forzadamente. – Hola hermanita – sonrió Regina – linda tienda. ***** La agencia que contraté me dijo que podían hacerse cargo de las invitaciones. Yo pensé en entregar algunas por mi cuenta, la primera fue para mi hermana. Justo en el día de la inauguración.
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