Invitaciones Parte 2

1875 Palabras
Después de todo lo que pasó necesitaba ruido. Karla fue una de las pocas compañeras que tuve en la universidad y con quien me llevé bien. Estuvimos en un grupo y presentamos una exposición. Me sorprendió su forma de trabajar, era muy relajada, pero también muy perceptiva. Los trabajos en equipo muchas veces son peleas de ego, por eso los odiaba. Con Karla fue diferente. Recibí la invitación a su boda y planeaba llevar a Adrián, pero prefería ir sola y ella se veía radiante, casi habría apostado dinero a que tendría uno de esos matrimonios sólidos que duran para toda la vida. Un año después, supe que su esposo la engañó y ella le pidió el divorcio. Por eso, verla llegar a la cafetería donde nos citamos con un vestido floreado y un embarazo de al menos cinco meses, me dejó con la boca abierta. – Lo sé, me veo enorme – sonrió. – Felicidades – la abracé. Ambas nos sentamos, ella pidió jugo, yo té helado. – Esta es la invitación – le mostré el sobre – me caso en junio y espero que estés ahí. – Es muy hermosa y muy elegante – la miró – ¿dónde será la mesa de regalos?, porque sospecho que lo voy a comprar, costará menos que esta invitación. Le sonreí – lo que lleves, será bien recibido – puse la mano en el corazón – voy a casarme en la mansión de mi abuelo, el jardín es enorme, perfecto para una boda y sé que cuando descubra que me casé ahí, estará tan furioso que le dará otro infarto. Ella me miró – no bromees con eso, apuesto a que tu abuelo estará feliz. – No bromeo – la miré, ella brillaba, sonreía en todo momento y extendía su mano para tocar la mía mientras me deseaba lo mejor – quise darte la invitación en persona, supe que te divorciaste y no quería incomodarte, no esperaba verte así, ¿qué sucedió?, ¿volviste a casarte?, ¡cuéntame! Ella guardó la invitación y me miró – en realidad no me divorcié. Mi esposo y yo lo hablamos, fuimos a terapia, decidimos darnos otra oportunidad y ahora – tocó su abdomen – estamos esperando un hijo. – No lo sabía, yo, felicidades – quise disculparme, porque estaba segura que se había divorciado y no me molesté en indagar. Ella me sonrió – está bien, fui yo quien les dijo a todas mis amigas que iba a divorciarse, creo que hasta lo publiqué en internet: “próximamente, será una feliz divorciada” Lo hizo – le di “me encanta” a esa publicación, ya en serio, ¿qué fue lo que pasó exactamente? Ella respiró profundamente y me contó – mi familia tuvo una gran fiesta, mi sobrina cumplió tres años y era un día sumamente importante, creo que no te lo conté. Mi hermana pasó diez años tratando de embarazarse, cuando por fin lo logró, los doctores dijeron que mi sobrina no viviría más de un año. Fue una locura, una montaña rusa de emociones, porque ahí estábamos, tres años después celebrando su cumpleaños. Era la celebración más importante de mi familia en una década y mi esposo tenía que trabajar – rodó los ojos – como soy una buena esposa, le dije que no había problema, fui a la fiesta, celebré con mi familia y de la nada, una mujer me manda una fotografía de ella y mi esposo a su lado, desnudos. Era un día muy importante, él lo sabía y eligió quedarse con su amante porque ella lo amenazó con dejarlo. La mesera nos interrumpió para dejar las bebidas. – Le pedí el divorcio, hice un escándalo, contraté al abogado y mientras revisábamos los papeles supe que su jefe iba a darle un ascenso en dos meses, la amante ya había publicado una fotografía de la casa que planeaba comprar y escribió, “próximamente”, con dos corazones. Pensé, ¿de verdad voy a dejar que sean felices? Me reí sin querer. – Hablé con mi abogado y él sugirió la terapia de pareja. Si mi esposo aceptaba, ganaríamos tiempo, llegaría el aumento y yo tendría derecho a una mejor pensión, además, sugerir la terapia me servía para demostrar que yo sí quería luchar por el matrimonio. Mi abogado dijo que eso impresionaría al juez, en fin. Busqué una psicóloga de más de cincuenta, en caso de que mi marido quisiera volver a engañarme y acudimos a terapia – hizo una pausa – fue diferente de lo que imaginé. En la primera sesión le dije; ¿sabe cuál es la canción más mentirosa de todas?, es la que dice: All you need is love. Y ella estuvo de acuerdo, puso nuestros problemas sobre la mesa, nos hizo hablar de cómo nos sentíamos al respecto y nos dimos cuenta de que ambos éramos un desastre y estaba bien serlo. Fue muy revelador. Después de dos meses decidimos que queríamos estar juntos, renovamos nuestros votos, hice que despidieran a su amante y aquí sigo, felizmente casada y esperando un hijo. Algo me caminó por la piel, como un insecto con delgadas patas que se movía desde mi codo hacia mis dedos – sobre esa terapeuta, mis padres recién se divorciaron y aún se aman, si los convenzo de ir a terapia podrían volver. Ella sacó su celular – te enviaré el contacto, ¿todavía tienes el mismo número? – No, lo cambio todo el tiempo, creo que empezaré a cuidar el que tengo. Agendé una cita para julio, dos semanas después de mi boda. Fue la primera vez que pensé en lo que vendría después de ese día. ***** Víctor tenía un tic nervioso, cada vez que debía esperar por un largo tiempo, su talón derecho golpeaba el suelo y su rodilla subía y bajaba. Si intentaba detenerla, el tic nervioso se pasaba a su rodilla izquierda. Era frustrante. – Víctor Vega – dijo la doctora y él se levantó. Los resultados eran prometedores, los análisis estaban bien y si todo seguía como hasta la fecha, Víctor volvería a estar sano y libre de cáncer. La doctora lo miró – puede relajarse, vamos muy bien. – No se moleste, pero la última vez que un médico fue tan optimista conmigo, me dijeron que tenía cáncer – respondió Víctor. La doctora asintió – comprendo cómo se siente, por ahora seguiremos por el tratamiento, su próxima consulta será en tres semanas – le entregó varias hojas. Víctor resopló, fui al módulo para sacar su siguiente cita, después fue al laboratorio para programar los estudios y de ahí hizo fila en la farmacia para que le dieran el medicamento. – El médico se equivocó, no son tabletas, son capsulas, dígale que lo corrija – le dijo la empleada y le devolvió la receta médica. Víctor volteó a ver la receta y quiso reclamar, pero la encargada dijo: siguiente, y una mujer regordeta lo empujó hacia un costado para entregar su receta. Víctor fue de regreso al consultorio, buscó a la doctora y le dijeron que estaba en consulta, un internista cambió la información. Le entregó de vuelta la receta y lo envió de regreso a la farmacia. – La letra no coincide, esta receta ya no sirve, dígale al médico que le haga otra. Si Víctor hiciera una lista de los lugares más estresantes, el hospital la encabezaría. Respiró profundamente para calmarse, pero el aire olía a desinfectante y logística. Fue al área de consultorios y notó que ya había personal de limpieza trapeando el piso. Volvió al módulo. – La doctora acaba de irse, acabó su turno, venga mañana. – Es una broma, ¿cierto? – dijo Víctor y por la expresión de la persona que atendía el módulo de atención, supo que era muy en serio. Al día siguiente llegó desde muy temprano, interceptó a la doctora y le contó su caso, ella resopló, entró al consultorio y salió poco después con una receta nueva. Pasillo tras pasillo el hospital se sentía menos como un lugar de salud y más como un laberinto diseñado para que las personas dieran la vuelta y buscaran atención privada. Volvió a formarse afuera de la farmacia para que, después de una odisea de dos días le dijeran: – No tenemos estos tres medicamentos, le voy a hacer un vale. – Haga lo que quiera – respondió con desgana. Al final de la semana estaba de pie mirando la mesa de la cocina, los dos medicamentos de la izquierda le producían migraña, el de en medio mareos, y los dos de la derecha que estaban ahí para proteger su estómago de los efectos secundarios de los otros tres, le produjeron diarrea. Regresó a consulta y le contó a la doctora su experiencia, sabía que estaba enfermo, pero había una frase muy importante que decía, “si presenta malestares, consulte a su médico” La doctora lo miró muy fijamente – ¿cuántas veces mastica antes de tragar? Una mejor pregunta sería; ¿quién cuenta eso? Víctor se sintió enfermo – no lo sé, depende de lo que esté comiendo. Llevo una dieta muy estricta, la mayoría de los alimentos que consumo son sopas, cremas, puré, ensaladas, pollo. Ese tipo de cosas. La doctora asintió – por el tipo de operación que se le practicó, es crucial que mastique muy bien los alimentos. De preferencia entre treinta y cuarenta veces, eso facilitará la digestión. Como seres humanos, debemos agradecer lo que tenemos y no perdernos en lo que no poseemos. A su salida del hospital, Víctor vio un vendedor de hot dogs, lo observó por un largo tiempo y al final, volvió a casa. Le dolía el pecho, era un dolor no relacionado con sus medicamentos o su malestar. Regina abrió la puerta y al verlo en la cocina, se acomodó en uno de los bancos del otro lado de la mesa – ¿qué hay de comer? – por su expresión, también tuvo un mal día. – Gelatina y guisado de pollo con verduras. Regina recargó los codos sobre la mesa. – ¿Cuál es el problema? – preguntó Víctor. – No lo hay, voy a casarme, tendré la ceremonia en una lujosa mansión, hoy pasé a elegir el diseño del vestido. Todo es perfecto – anunció. Víctor empujó el plato de ensalada hacia ella – sospecho que lo necesitas más que yo. Regina torció la boca en una mueca y agarró un tenedor para probarla – esto tiene mostaza – señaló – sabe horrible. – Espera a tener el sabor en tu boca durante treinta masticadas, en serio, ¡inténtalo! – pidió Víctor y devolvió los medicamentos a la mochila – tengo una reunión en la tienda de tu hermana, ha estado medio paranoica desde que te apareciste sin avisar. Regina rodó los ojos, unos segundos después miró hacia abajo y entendió un punto importante. Esa era la comida de Víctor y si el plato de ensalada estaba casi lleno, significaba que se fue sin comer – ¡no puede ser! – exclamó y marcó su número. El tono de “Black and White” comenzó a sonar al final de la mesa, justo a un lado de licuadora.
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