Jorge estaba sentado en el sillón, jugando solitario con su celular.
Su computadora estaba encendida y cada cinco o diez minutos él recargaba la página de su correo. Nada había llegado en los últimos minutos, a excepción de una promoción, la validación de un préstamo que no pidió y novedades de la aerolínea con la que viajó.
El teléfono sonó, Jorge levantó el auricular.
– Tiene visitas, dice ser su hermana.
Jorge no tenía deseos de volver a ver a Regina, pero aceptó, se levantó del sillón, abrió la puerta tras escuchar el toque y para su sorpresa, se trataba de Sarah.
– Si estabas en la ciudad, debiste llamar – anunció ella y lo empujó para entrar a la habitación.
Jorge cerró la puerta – pensaba hacerlo.
– Mentira.
Era cierto, pero no estaba de humor para discutirlo.
– Escucha…
–
