10

1604 Palabras
Mis amigas me ven correr hacia ellas y se ríen. —Tenés cara de que viste un fantasma —comenta Sofía tomando su Daikiri de frutilla, es súper fan de ese trago. Me da lo que yo pido siempre, Mojito, y les agradezco con la mirada por acordarse mientras le doy un sorbo a mi bebida. —¿Qué onda con ese que nos dejó entrar? ¿Es tu jefe o el que te co…? —cuestiona Gise, pero le tapo la boca antes de que diga la última palabra. —Es mi jefe —replico—. Y está loco, quiere que sea modelo. —Creo que quiere verte desnuda, nomás —vuelve a expresar la rubia, y yo ruedo los ojos—. ¿Qué? —Nada, pero ese tipo no me gusta. Es demasiado creído, admito que es lindo, pero es un asco. Quiere cambiar mi apariencia y, además, es narcisista. Es como que solo se interesa por sí mismo —contesto—. No quiero amargarme, vinimos a divertirnos. Mi mejor amiga me arrastra de nuevo hasta el centro de la pista y nos ponemos a bailar súper pegadas y sexys con la canción movida que suena, aunque ni sepa cuál es. Mientras tomamos, nos dedicamos a movernos y hablar. —¿Te dijo algo el idiota de tu jefe? —me pregunta sobre el ruido de la música—. Es que de verdad volviste pálida. —No… te voy a ser sincera, acabo de ver al albañil del que estábamos hablando. No sé si está acá de verdad o son imaginaciones mías, pero te juro que lo vi. Ella suelta una carcajada y mira a mi alrededor. —Al menos decime cómo es, así me doy cuenta y te digo si son fantasías tuyas o no. —Alto, ojos azules, pelo corto y n***o, aunque a veces lo tiene tirando a rubio. Tiene un poco de barba, se nota que es musculoso y tiene una boca así toda carnosa que cuando sonríe dan ganas de comérsela —agrego sin pensarlo. Sofía arruga la nariz y me mira como si estuviera perdida. —Creo que le tenés unas ganas… —dice—. Y la verdad, ya voy viendo a tres hombres que pueden ser él, así que podrías darme una ayuda así puedo quedarme con alguno porque están demasiado buenos. —Probablemente, Lucas es el que está más bueno entre todos ellos —expreso terminando mi bebida. Seguimos bailando e intercambiamos una mirada divertida cuando vemos a nuestras amigas coqueteando con dos hombres. No los distinguimos ya que las luces intermitentes nos hacen más difícil la tarea, además, están de espaldas. —Voy a pedir más tragos, de paso voy a chusmear si eligieron bien o no —acota ella sacando mi vaso de la mano y yéndose sin dejarme responder. Hago una mueca de disgusto y me quedo bailando sola con un poco de incomodad. Miro hacia el balcón de los VIP y noto a Alejandro con varias chicas y sus amigos tomando y riendo. Bueno, al menos no me siento tan mal por haberlo dejado hablando solo, se nota que no le afectó mucho. Siento un cosquilleo en mi cuerpo, como si alguien me estuviera mirando, y doy una vuelta completa para saber si esa sensación proviene de quién pienso, pero no lo encuentro, así que sigo moviéndome con ritmo. Sofi vuelve ahora con cerveza y brindamos antes de tomar. Ella agarra su teléfono, el cual metió entre sus pechos, y nos sacamos miles de selfies que probablemente subamos a i********: y que mañana por la mañana nos vamos a arrepentir de haberlo hecho. —¿Y son lindos los muchachos que coquetean con las chicas? —pregunto con poco interés. —Más o menos, uno tiene pinta de hippie y el otro parece el genio de la lámpara —responde divertida—, pero para ellas están bien y ya sabemos que lo importante no es la apariencia, sino cómo sepan usar a su amigo. —¡Nena! —exclamo entre risas—. Por Dios, qué boca sucia. —¿Perdón? ¿Yo, boca sucia? Hace unos instantes casi me decís hasta las posiciones en las que querés agarrarte al obrero y yo soy la boca sucia… —expone haciéndose la ofendida. Suelto una risa y la abrazo para seguir bailando. Cuando no damos más y ya no tenemos nada para tomar, decidimos ir a sentarnos un rato a la barra e intentamos charlar ahí, pero la música ya está demasiado fuerte y no tenemos tantas ganas de gritar. —Cortesía de la casa —dice el barman, dándome un shot de tequila. Arqueo las cejas en dirección a él y, a su vez, él señala con su cabeza hacia la otra punta del recinto. Giro mi rostro para saber quién es y me quedo sin aire cuando mi amigo obrero levanta la mano a modo de saludo. Puedo observarlo mejor, lleva una camisa pegada al cuerpo y un vaquero chupín que le marca demasiado sus virtudes. Mi acompañante también dedica una mirada al muchacho y me codea. —¡Tenías razón! ¡Es el que estaba más bueno entre los buenos! —chilla, esta vez si puede gritar por encima del ruido. —¿Viste? ¡Como para no pecar mentalmente con semejante cosa…! —Andá ya mismo y hablale —me ordena. Abro los ojos de par en par y niego con la cabeza. —¡Ni loca! Yo solo me quiero reír de él, no con él. Vamos a bailar de nuevo de manera provocativa para volverlo loco —expreso. Tomo la bebida regalada de un solo trago y sujeto de la mano a mi amiga para volver a la pista. Me debe estar odiando ya que ella no aguanta mucho los tacones. Después de bailar unos minutos, ella sonríe y contiene un gritito, luego sale corriendo en el sentido que se encuentran mis amigas y me deja completamente sola y atónita. ¿Qué le pasa? Bufo y comienzo a caminar de nuevo, pero una mano me detiene por la cintura y pega su cuerpo fuerte y caliente contra mi espalda. Trago saliva al darme cuenta de que es él, puedo reconocer ese roce y ese calor que emana. Decido quedarme quieta y no moverme para nada, solo su mano se mueve hacia la parte desnuda de mis muslos, provocándome cosquillas hasta en donde necesito sentir más que sus manos. Me estoy muriendo por sentirlo en todos lados. Estoy con tantas ganas, que ni siquiera lo pienso cuando llevo mis manos a su entrepierna y lo acaricio por encima del pantalón. Puedo sentir cómo comienza a endurecerse, por lo que giro para ponerme frente a él y besarlo con pasión, pero casi me desmayo al ver que no es quien esperaba, sino que es Alejandro. —¿Por qué esa cara? —me pregunta. Debo haber puesto una mueca de horror. Salto lo más lejos posible, como si me hubiera quemado con aceite hirviendo. —Eh… yo esperaba a otra persona, perdón —digo con voz temblorosa—. Quiero decir, no es que no me interese, pero la verdad es que estaba intentando coquetear con un hombre que estaba por allá —señalo a la nada— y de repente vino usted y yo pensé que era él y lo toqué sin permiso. ¡Ay, por Dios! Qué vergüenza. Limpio mis manos con mi vestido, sintiéndome sucia. Él se ríe y levanta las manos como disculpándose. —Bueno, debo admitir que me gustó lo que hizo, pero también tengo que decir que hice mal en acercarme de ese modo. Debí suponer que estaba acompañada por otra persona —expresa—. Mejor me voy. Maldita sea. Creo que está esperando a que lo detenga o algo, ya que se me queda viendo esperando una respuesta, pero nada, no puedo decir absolutamente nada. Suspira, da media vuelta y desaparece entre el gentío. —¡Chicas, ayuda! —pido llegando a mis amigas. Las tres me miran pidiéndome detalles—. ¡Le toqué el pene a mi jefe! —exclamo a los gritos. Varias personas que me rodean me miran con diversión y me acerco más a las chicas para no tener que gritar tanto—. Pensé que era el obrero, pero en realidad era Alejandro y ahora quiero matarme porque lo toqué y el tipo se excitó. —Bueno, es obvio —replica Gise encogiéndose de hombros—. ¿Entonces te vas a acostar con él? —¡Obvio que no! Aunque es cierto que tengo que acostarme urgentemente con alguien porque mi cuerpo no da más, pero me voy a controlar. Esta noche no va a ser ni con uno ni con el otro. Es más, ¡jamás va a ser con ninguno de los dos! Debe haber otros hombres mucho mejores y más sexys que ellos —manifiesto verborrágica. Cruzan miradas entre sí—. ¿Y ahora qué? —Deberías elegir uno —responde Jessica—. Yo estaba en un triángulo amoroso y la verdad es que es un lío bárbaro, no podés estar con los dos, a no ser que te gusten los tríos. —¡No voy a estar con los dos a la vez! —Me detengo a pensar—. ¡No voy a estar con los dos! Blackstar no me gusta, en serio, no me miren así. —Entonces ya elegiste —murmura Sofi sonriendo—, y él también te está eligiendo. —Me guiña un ojo y me hace un gesto para que mire hacia atrás, pero me niego. No pienso girar o voy a perder la cordura. —Me voy —digo—. No puedo soportar esto, no puedo estar entre estos dos, los tengo que aguantar toda la semana que viene y quizás más, ¡no quiero hacer locuras! —Está bien —dice Sofi asintiendo—, pero si te vas, nosotras también nos vamos. Las otras dos chicas asienten y sonrío antes de darles un abrazo. Salimos las cuatro juntas, así como llegamos, y dejo atrás a los dos hombres locos y calientes. Esta noche me respeto, no voy a hacer nada de lo que me arrepienta después y sé que es la mejor decisión que puedo tomar.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR