Al despertarme di cuenta que Joseph había desaparecido. Al mirar el reloj supe que ya era demasiado tarde, dormí muy bien entre sus brazos, tanto como para no sentir cuando se marcho de la habitación. Al parecer tengo el sueño profundo aunque esperaba que Joseph me despertara a la hora de irse; el ya debería estar en la oficina. Mi mañana transcurría sin mucho que hacer, desayuno en mi habitación, me vestí y decidí salir de ella al menos para estirar las piernas. Los síntomas del resfriado habían desaparecido y me habían visto mejor, pero no quería llegar a salir de la casa. Adam ya se encuentra en su puesto, con una ropa diferente y más casual pero al momento de verme salir por la puerta, este se ruborizo. - ¿Sucede algo? —Pregunte un tanto confundida. No, no, no —respondió nervioso—