Manuel Ambos subimos hasta el último nivel donde se encuentra la oficina de mi padre y el suyo. Tan solo bajamos el elevador, Ainhoa me toma de la mano para empezar a caminar hacia el salón de juntas que la mayoría de las veces se encuentra abierto. Tan solo entramos, aún con las luces apagadas, Ainhoa se sienta sobre la mesa de la sala y yo sin dudarlo dos veces me acerco a ella y le doy un beso que a ambos nos corta la respiración. ―¡Te extrañe! ― Murmura mientras sus manos inmediatamente desabrochan mi camisa. Podría decirle que ahora no era el momento, que tal vez podríamos esperarnos, pero después de meses alejado de ella, me dejo llevar por lo que está pasando. Coloco mis manos por debajo de sus muslos y la levanto para llevarla al otro lado del salón que prácticamente está es