Después del almuerzo, Abel está notablemente nervioso. Pongo mi mano sobre su rodilla para que deje de mover su pierna, pero no para. Cruzo una mirada con Eduardo, quien se encoge de hombros. —¿Tenés miedo de que el cura se dé cuenta de que tuviste sexo con otra mujer el mismo día que te vas a casar? —le pregunta. Abro los ojos a más no poder y Abel se ríe negando con la cabeza—. ¿Te vas a confesar antes de entrar a la iglesia? —Me confesé hace como una semana, se supone que no debería haber pecado —replica el interpelado—. Pero siempre hay un diablo con cara de inocente dando vueltas —agrega mirándome de reojo. —Definitivamente, te vas a ir al infierno si te casas, esa es otra razón más por la que tenés que rechazar a Roxana —expreso. Ambos vuelven a reír y yo suspiro, la verdad es que

