Todas las personas están sentadas en sus respectivos asientos, murmurando. Ya pasaron cinco minutos desde que nos acomodaron y Abel todavía no da señales de vida. Yo estoy comiéndome las uñas desde que puse la cola en la silla y Eduardo sonríe con la cámara encendida en la mano, listo para filmar lo que pueda suceder. —Estoy listo para subir el storytime a t****k —me dice en el oído. No puedo evitar soltar una carcajada, pero a causa de los nervios me sale como si fuera un llanto y me mira como si estuviera loca. El espacio vacío a mi lado se llena con el cuerpo robusto de Alejandro y me guiña un ojo. —¿Vos estabas invitado? —le pregunto. —Sí, Roxana quería tenerme cerca para que no interrumpiera nada. Supongo que también te invitó por eso. —¿Y por qué interrumpirías la boda? —Porque

