Camilo había acomodado de una manera muy tierna, una botella de champagne y dos copas, entre un dulce arreglo de tres rosas y los pétalos de algunas más. Lo había notado ni bien inició la velada, pero me hice la tonta… Cuando fue a abrir la botella, nervioso por la situación, no podía hacerlo, así que entre risas, acabamos tumbados en el suelo, uno a cada lado de la cesta, mirando las estrellas y con Diez, cada tanto, jugando con nuestras narices. Camilo – ¿Sabías que si le pides un deseo a una estrella fugaz, se cumple? Rocío – Si… siempre lo hago cuando veo una y hasta ahora se me ha dado… Camilo – Igual yo… si pasara una ahora, ¿qué le pedirías? Rocío – No lo sé… ¿tu? Camilo – Mmmmm… pues ya vine a la ciudad que siempre soñé… estoy en el equipo que siempre soñé…