Ya de regreso en Los Ángeles, nos fuimos a mi casa a seguir disfrutando de nuestros momentos a solas. A disfrutar de nuestro Diez, al que tanto habíamos extrañado esos días que lo dejamos en casa de Javier, para que jugara con su hermano perruno. Luego de jugar con él, que cada día estaba más grande y juguetón que nunca, fuimos a comprar algo para la cena y al volver, Rocío iba a ponerse a cocinar, pero le di una mejor idea y cambiamos el plan por una hermosa tarde en la piscina. Así que luego de montar una mesa con frutas de todo tipo y juegos naturales, jugamos, nadamos, parecíamos dos niños… Rocío me mojaba, yo a ella… ella me tiraba al agua pero luego no quería meterse y así acabábamos fundidos en largos besos y jugando a perseguirnos por toda la piscina… Tirábamos a Diez