3

1696 Palabras
Henry está sentado viéndome llegar. —Hola, —se levanta y me da un beso en la mejilla. Mi cuerpo se estremece. Contrólate. —¿Qué quieres pedir? —Un latte. Nos pide un latte y café n***o al mesero. Mis nervios están a flor de piel, así que me fumo un cigarrillo. —No fumabas. —Lo adopté en Barcelona. Para controlar el frío en mi cuerpo. Asiente, pero sé que no le gusta. No me interesa, no estoy aquí para agradar a nadie. —¿Cómo estuvieron tus viajes en Europa? —Conocí a muchas personas, comidas y tradiciones. Me fue de maravilla. —¿Conseguiste lo que querías? —le miro detenidamente ¿Qué está haciendo? —¿Sobre encontrarme a mí misma? —chasqueo la lengua. —Si. Lo hice. —¿Segura? —¿Piensas que estoy mintiéndote? ¿por qué? ¿Qué razones tendría para hacerlo? —Has cambiado mucho. Se supone que estábamos bien, te fuiste y te apoyé con ello, estuvimos en contacto por unos meses y después desapareciste. No llamaste ni enviaste un mensaje. No pude contactarte. —hace una pausa y respira —hasta ahora. Han pasado dos años de eso. Le doy una calada a mi cigarrillo. —Tu error fue esperarme ¿quién espera dos años a una persona? ¿tienes uso de razón al menos? Te creía más inteligente, Henry. —Porque te quería y te sigo queriendo. Por eso te esperé. —Tu pensaste que estábamos bien, pero no lo estábamos. —otra calada —nada estaba bien, Henry. Yo no estaba bien. Nunca lo estuve, mierda. El café llega y nos tomamos un respiro. Enciendo otro cigarrillo, me siento cabreada, el aire es demasiado pesado y eso que estamos en un café al aire libre. Joder. Me siento como una mierda. —Creía que íbamos a poder juntos con esto. Yo sabía que estaba afectándote la muerte de tu padre, y el saber quién lo mató. Se que no fue fácil y mucho menos que intentara matarte la persona que una vez amaste. No lo amé. Siento como las lágrimas están por caer. Le doy otra calada a mi cigarrillo. —No sabes ni una mierda, Henry. No sabes cómo sentí en ese entonces y cómo me siento ahora. —Me levanto para irme —fue un error verte de nuevo. —Aileen. —se levanta de su silla. —Sé que no está siendo fácil para ti, volver a esa casa y recordar todo. Pero necesitas ayuda, y yo te la daré. Estoy aquí para esto. No para recuperarte como mi amor, si no como amigo. Por favor, piénsalo. Me largué de allí. Todo esto fue un error. Maldita sea, Henry ¿por qué demonios has traído a la colación el pasado? *** Preparo la tercera taza de café. Estoy siendo algo relativamente mezquina pero no puedo caer de nuevo en lo de antes. La rutina sobre nosotros. Estoy rota, nadie puede encontrar los pedazos para unirme de nuevo. Pensaría que Henry lo haría, pero me he equivocado. Nadie puede remendarme. Estoy jodida para siempre. Miro la lluvia caer en el jardín, hay truenos y eso me perturba en una casa sola, últimamente mis demonios me siguen a donde voy. Comencé a temerle a la oscuridad, cuando antes no lo hacía, suelo tener pesadillas a veces, todas estas cosas las cree cuando maté a Ronnin. Su fantasma me sigue a donde vaya. La ansiedad me invade a veces, y eso es malditamente terrible. Llega a mí un recuerdo de mi padre conmigo tomando un café en la sala, mientras cada uno leía un libro. —¿Por qué estás llorando? —estaba en la escena donde el chico le había confesado sus secretos a la chica. Y resultaban realmente devastadores, todo el daño que había sufrido desde niño. Lo injusto que había sido perder a sus padres y vivir en la calle. —Este libro está destruyéndome —hay un nudo en mi garganta. Sus ojos se suavizan. —Creo que estoy encontrando huesos en mi corazón que podrían romperse —hago mella en las frases del protagonista. Es tan real. Mi padre frunce el ceño. —¿Huesos en tu corazón? No me esperaba eso. —Es un sentimiento pasajero. —me limpio las lágrimas. Y sonrío. —Le das a las demás personas tu máscara mas fuerte, pero en el fondo te refugias a ti misma. ¿Quién diría que un libro haría llorar a la chica más fuerte y ruda? —ruedo los ojos. —Papá —comienzo. —Ya he dicho que cuidaré de tu corazón roto. Estaré aquí para ti. Es inevitable ser lastimados. El dolor llega eventualmente y a veces, aunque lo hemos esquivado mucho tiempo, golpea de la forma más estruendosa posible. Es ahí cuando te das cuenta, que todo el trabajo arduo que hiciste para evitarlo, fue inútil. —se encoge de hombros. —Es parte de la naturaleza que nos lastimen, no sabemos cuando ni quién lo hará, pero si podemos saber que fue nuestra decisión. —¿Cómo podemos tomar una decisión así? Si estuviera en mis manos evitar ser lastimado, lo haría. —Cuando te enamoras, te conviertes en una persona diferente, dejamos caer las barreras y entregamos todo de nosotros. Llega un momento donde piensas que no importa que la persona que amas te lastime, porque es algo con lo que tuviste que arriesgarte para poder tenerla. —hace una pausa y me mira a los ojos —toda felicidad viene con un precio, toda victoria tiene su sacrificio. Es entonces donde debemos saber lo que realmente queremos para nosotros y estar seguro de que no vamos arrepentirnos nunca de esa decisión. —¿Te arrepientes de enamorarte de mamá? —sé que es difícil hablar de ello. sus labios se curvan en una sonrisa y mira hacia el cielo despejado donde está saliendo un arcoíris después de la lluvia que acabamos de presenciar. Cuando me mira devuelta, hay un brillo en sus ojos. —Nunca. Sé que era arriesgado, y evité a toda costa los sentimientos que se desarrollaban dentro de mí por ella. Al final sufrí yo, pero no por enamorarme, sino por no decirle sobre mis sentimientos y como me sentía al respecto. —se levanta de su silla y se queda mirando el cielo de nuevo, pienso que nuestra conversación ha terminado pero sus palabras me toman desprevenida. —Cuando una persona oculta sus sentimientos por alguien más, quién sufre es uno mismo. Cuando fui honesto con tu madre, ella vio a través de mí y decidió quedarse conmigo. Creía que era yo quién iba a hacerle daño, pero al final fue ella que me lo hizo a mí —hay una sonrisa triste en su rostro que no llega a sus ojos. —pero no me arrepiento. Volvería a elegirla a ella por sobre todas las cosas. Aunque eso significara perderla. Hay lágrimas en mis ojos y un nudo que no puedo desatar de mi garganta. Me levanto de la silla y le abrazo. Se que su corazón está herido ahora mismo. Pero puedo ver el amor por ella que sigue allí. Me doy cuenta que mis mejillas están húmedas, debió haberse derramado una lágrima mientras recordaba ese momento con mi padre. Fue dos semanas después de que mi hermano se hubiera casado con Kate. Un trueno cae cerca del jardín y las luces se apagan. Mierda. Mierda. Mierda. Mierda. ¿Qué hago? Entro en pánico, no me gusta la oscuridad. Alcanzó mi celular de la bolsa trasera de mi pantalón. Enciendo la lámpara. Deberá volver en unos minutos, espero no tarde. Voy a la alacena donde se guardan las velas. Por fortuna siguen allí. Enciendo unas en mi camino hacia mi habitación. Me cambio el pijama y trato de dormir, tengo velas encendidas y puedo ver las sombras de mi habitación tintineantes. La luz vuelve cuando estoy tratando de sumergirme en mi sueño. Necesito levantarme para apagar las velas. Retiro todas, mis pasos se detienen en las escaleras cuando escucho el teléfono de la oficina de papá. Me congelo, hace dos años que ese teléfono no suena. Aunque recuerdo vagamente la última vez que bebía en su oficina ¿fue un sueño realmente? Camino temerosamente, y giro la manija de la puerta, escucho el silbido cuando esta se abre y mi piel se eriza. Enciendo la luz, y el teléfono sigue sonando. Mi corazón está golpeando duro contra mi pecho. Cojo el teléfono con las manos temblando. —¿Hola? Silencio. —¿Hola? Silencio. Mis nervios empiezan a traicionarme. —Si esto es una puta broma, dejen de joder. Escucho la respiración de alguien al otro lado del teléfono. —¿Quién habla? —Hola, Aileen. La voz. Su voz. No puede ser cierto. —¿Quién habla? —logro decir con la voz entrando en pánico. —Esto es una broma de mal gusto. Colgó. Quién haya sido la persona que me jugó la broma, tiene que ser cercana a mí para conocerme. Me giro para ir a mi habitación, pero el teléfono vuelve a sonar. Mi corazón salta, tomo el coraje y lo desconecto para que no vuelva a sonar. Quien sea que este haciendo esto, solo quiere provocarme miedo. Cierro la puerta detrás de mí estando en la habitación y le pongo seguro, aunque no sé por qué, no sé de que o quien me estoy protegiendo. Mis ojos vuelan a la luz del otro lado. Me congelo, mis manos comienzan a temblar y mi respiración se atasca en la garganta. ¿Cómo puede estar encendida la luz de la habitación de Ronnin? Esta es una broma de mal gusto. Trato de pensar algo razonable. Y tal vez se encendieron por el apagón que hubo. Tiene que ser eso, me aferro a la única explicación posible que puedo darme. Esa casa no ha sido habitada desde que Ronnin murió y su familia se mudó. Dejo la luz de mi habitación encendida esa noche para dormir, por alguna extraña razón no me siento segura en mi propia casa.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR