Me despierto con el brillo del sol dándome en una parte de la cara y refunfuño la razón de haber dejado la ventana semi abierta. Doy vueltas en la cama sin abrir los ojos y bostezo. De pronto siento un ligero cosquilleo en mi mejilla y manoteo en el aire, abriendo los ojos bruscamente. —¡Liam! — exclamé, tocándome el pecho. — ¿Acaso quieres matarme de un infarto? Él, por supuesto, se ríe y yo ruedo los ojos. ¿Desde cuándo estaba allí, viéndome? Siento que mi cara se calienta al ver sus ojos mirarme de manera fija y profunda. —Me gusta verte dormir — es una frase simple, pero lo dice de una manera que me eriza hasta los vellos de la nuca. Quizás me estoy volviendo loca, pero siento mis nervios a flor de piel cuando lo tengo cerca. —Se supone que no debo recibir emociones fuertes — fr