El bar se encuentra algo lleno, pero no abarrotado, con una atmósfera que encuentro cómoda y elegante. La luz cálida de las lámparas colgantes proyecta un resplandor suave sobre las mesas de madera pulida, y el sonido de conversaciones acompañadas por música jazz llena el aire. Había decidido llegar antes, como de costumbre, y esperó en la barra con una copa de vino blanco en la mano. Es algo que me gusta a hacer, ya que, al hacerlo, el hombre no tiene la oportunidad de ver mi auto, aunque en esta oportunidad he venido en taxi. Hay costumbres que no mueren.
Hago una mueca. «Bueno, esa teoría falló una vez, y mi auto pagó los estragos». Le doy un sorbo a mi copa y dejo salir el aire con suavidad. Había dudado en último minuto si venir o no cuando me detuve en medio de mi vestidor. Pero al
