Como todos los días, entro a la editorial de manera puntual. En su escritorio ya se encuentra Blue y al verme me sigue al interior de la oficina. Dejo mi portátil sobre la mesa y mi bolso a un lado antes de tomar asiento.
—¿Debo preguntar cómo fue la cena? —La miro con la ceja arqueada y señalo la silla frente a mí. —Uy, ¿qué pasó? —Inquiere tomando asiento.
—Jasper va a casarse en dos meses con Elsa. —Anuncio y ella abre un poco los ojos ante la rapidez con la que ya tiene fecha. —Durante la cena todo marchaba bien hasta que han preguntado si llevaré a alguien a la boda. —Blue hace una mueca. —Sí, es la misma cara que puse yo al escuchar cómo mi madre me decía a la cara que mis óvulos la tienen en trasnocho.
—No me jodas —susurra.
—Pues no, ella, Daniela y Jasper empezaron a cuestionar mi manera de ser, al igual que cuestionar mi trabajo y si era el responsable de mi soltería. Mientras la yaya intentaba hacer de cupido y que aceptara conocer al nieto de una amiga. Y ese es mi resumen de la cena. Así que, ya sabes cómo fue mi cena en casa de mis padres. ¡Ah! Y el sábado me comprometí a ir a una barbacoa porque soy masoquista. —Blue me mira conteniendo una sonrisa. —Eso, tú ríete de mí.
—Lo siento, Miranda, no me estoy riendo de ti, solo me río porque dices que eres masoquista cuando, en realidad, a pesar de todo, les quieres.
Me reclino en la silla y suspiro.
—Por supuesto que sí, pero en ocasiones me pueden. Así que he tomado una decisión y te he hecho caso. —Me mira sin entender, tomo aire antes de continuar. —Anoche descargué la app que me recomendaste, y esta mañana he descubierto un par de notificaciones.
—¡Déjame ver! —tiende la mano mientras da saltitos en la silla. De mala gana se lo entrego y ella revisa la app unos segundos mientras desliza, abre los ojos y sonríe como loca. —Has abierto la ventana al paraíso de las vergas —cuchichea en tono cómplice.
—No voy a tener sexo con ninguno de ellos… bueno, no al menos en la primera cita. —Blue rueda los ojos y continúa deslizando sus dedos en la pantalla.
—¡Oh! Mira este. —Me enseña la imagen de perfil —le gustó tu perfil… Listo. Ahora pueden hablar —me tiende el móvil cuando llega un mensaje al chat.
—¡Blue!
—Venga, habla con él, dice que es de la ciudad. Charla con el hombre y vete a tomar un trago esta noche.
Miro la fotografía del hombre alto, rubio y de ojos grises de la pantalla. Es guapo, no puedo negarlo.
—¿Y si es un psicópata?
—Miranda, si piensas eso de todos, no vas a quedar con ninguno de la app. — Asevera. —Arriésgate y obviamente cítalo en un lugar público. Me envías tu ubicación y, si no te sientes segura, solo envíame un mensaje e iré en tu rescate.
Lo pienso unos segundos y respondo rápidamente al saludo del hombre llamado Dexter.
—Estoy loca por hacer esto. —Blue me mira con suficiencia. —Quita esa expresión y mejor tráeme los pendientes. —Miro la hora en mi reloj de pulsera. —A las nueve debo estar en la sala de reuniones, ya que King ha convocado una reunión con el equipo.
Blue se pone de pie y asiente.
—Iré por la agenda y la correspondencia que ha llegado, tú, respóndele a ese bombón.
La veo salir de mi oficina, una vez a solas me relajo en mi silla e intercambio mensaje en la app. E increíblemente no tardó mucho en sentirme cómoda en el chat. «¿Por qué creí que sería difícil?» Niego y sigo con mi intercambio.
El reloj marca las ocho y cincuenta y cinco de la mañana, cuando tiro de la manga de mi vestido rojo, escote cuadrado y tomo una profunda respiración frente a la puerta de la sala de juntas y entro. Dentro de la sala ya se está reuniendo el equipo. Avanzo hasta una silla seguida de algunos otros compañeros que se une a la convocatoria. Puedo sentir algo en la atmósfera que me hace sentir inquieta, una mezcla de anticipación y tensión que no podía ignorar. Dejo mi iPad y móvil sobre la mesa de la sala de juntas, este último se ilumina avisándome que tengo un nuevo mensaje de la app de citas, pero lo apago.
Cuando finalmente King entra a la sala, todos lo observan, este se detiene en la otra punta de la mesa, viendo directamente hacia mí. Sus ojos verdes oscuros le dan un barrido rápido a la sala y se puede sentir su presencia dominando la misma; alto, con un porte imponente y un aire de autoridad que era imposible ignorar. Miro la hora e hizo una señal para que cerraran la puerta a las nueve en punto.
—Buenos días a todos. Gracias por su puntualidad. —Su voz profunda y firme llena la sala. —Como saben, ahora dirijo Pearson Communication y he estado haciendo un recorrido por los diferentes medios pertenecientes al conglomerado. Y como pueden darse cuenta, es el turno de la editorial de ser abordada, he decidido que es necesario realizar una auditoría completa de nuestras operaciones. Además, quiero medir la liquidez y la solvencia de la empresa para entender exactamente cuál es nuestra situación real.
La sala queda en silencio. Algunos miembros del equipo se miran entre sí. Aunque comprendo la importancia de tener claridad financiera, también sé que este tipo de iniciativas pueden traer consigo incertidumbre y cambios abruptos.
Me aclaro la garganta y decido intervenir.
—King, entiendo tu preocupación por tener un panorama claro —digo con tono calmado pero firme—. Sin embargo, considero que una auditoría tan exhaustiva podría ser innecesaria en este momento. Hemos enfrentado situaciones complicadas antes y siempre hemos salido adelante con ajustes internos y colaboración. Creo que este caso no debería ser diferente.
King me observa fijamente. Su expresión inmutable.
—Aprecio tu opinión, Miranda —espeta con un tono firme—, pero esta decisión ya está tomada. Quizás eso funcionaba cuando mi padre estaba al frente. Pero conmigo no funciona de esa forma. No voy a basarme en suposiciones o aproximaciones. Necesito datos concretos, y la auditoría nos los proporcionará. Lo que sea necesario lo determinaré yo.
El tono de King deja claro que no hay espacio para debates. Asiento con una leve inclinación de cabeza, y antes de que pueda responder, otra voz se alza desde el otro extremo de la mesa.
—Estoy completamente de acuerdo con usted, señor Pearson. —Andrea, una de las editoras del equipo, interviene. Su tono es notablemente coqueto, y acompaña sus palabras con una sonrisa ladeada—. Creo que esta auditoría es una idea brillante y necesaria. Además, cuente conmigo para lo que necesite. Estoy dispuesta a ayudar en todo lo que haga falta.
La declaración de Andrea provoca una reacción inmediata en la sala. Algunos miembros del equipo intercambian miradas de sorpresa, mientras que otros parecen divertidos por el evidente intento de Andrea de congraciarse con King. Por mi parte, un destello de irritación me embarga. No solo ha pasado por alto mi punto de vista, sino que también parece estar utilizando la situación para posicionarse encima de mí cuando he dirigido al equipo desde que Alaric, el padre de King, me hizo editora en jefe.
Mis ojos se dirigen a King, que asiente levemente, sin dar señales de haber notado el tono y la intención de Andrea.
—Gracias, Andrea. Espero contar con todos ustedes en este proceso. Esto no se trata solo de las finanzas; también quiero evaluar nuestra estructura, nuestros procesos y, por supuesto, nuestro equipo. —Hace énfasis en lo último. —Necesitamos asegurarnos de que estamos alineados para avanzar.
La reunión continúa con King detallando los próximos pasos. Habla sobre la contratación de una firma externa para realizar la auditoría y sobre la necesidad de que cada departamento colabore proporcionando la información requerida. Me esfuerzo por mantener la calma y enfocarme en los detalles prácticos, aunque la intervención de Andrea sigue rondando en mi mente.
Cuando la reunión finalmente llega a su fin, King cierra con una advertencia.
—Espero compromiso y profesionalismo de todos ustedes. Este proceso no será sencillo, pero es necesario. Si alguien tiene dudas o inquietudes, estoy disponible para hablar en privado.
—Es bueno saberlo —replica Andrea mientras echa su cabello hacia atrás y una enorme sonrisa en los labios.
La sala comienza a vaciarse lentamente al finalizar la reunión. Andrea se acerca a mí mientras me pongo de pie y recojo mis cosas, con una expresión que podría interpretarse como desafiante, disfrazada de cortesía.
—Buena intervención, Miranda —comenta con una sonrisa y tono dulce—. Seguro que el señor Pearson aprecia tu sinceridad tanto como yo.
Mantengo la calma y le devuelvo la sonrisa.
—Gracias, Andrea. Siempre es importante expresar lo que uno piensa. Estoy segura de que este proceso nos beneficiará a todos. —Paso a su lado, pero me detengo. —Por cierto, te recuerdo que tienes trabajo pendiente por entregar y el tiempo corre. Recuerda que ahora mismo no estamos para retrasarnos o las cabezas van a rodar. —Ella me mira con sorpresa. —Pero eso ya lo debes suponer porque coincides con el señor Pearson.
Con eso me alejo y salgo de la sala de reuniones. Sé que las semanas venideras van a ser complicadas, no solo por la auditoría, sino también por las dinámicas internas que desencadenaría todo esto. Pero sé que puedo con todo lo que se nos viene. La editorial es parte de mi vida, y estoy dispuesta a demostrar su valor frente a King y a cualquiera.
Cuando cierro la computadora al final de la larga jornada en la editorial, me reclino en mi silla unos segundos y me permito respirar. El día ha sido agotador, y aunque normalmente prefiero pasar las noches con un libro, una serie o, en su defecto, trabajando, esta noche tengo un plan diferente. Blue tiene razón y debo ser más abierta. Así que, después de intercambiar mensajes en la app con Dexter, finalmente había aceptado encontrarme con él esta noche. Me había contado que trabaja en la publicidad y que, al menos en su perfil, parece el equilibrio perfecto entre atractivo, inteligente y encantador. Recojo mis cosas y me percato de que ya no hay casi nadie en la oficina. Llego al parqueadero y subo a mi auto antes de encaminarme hacia el restaurante que había elegido.
El restaurante elegido era moderno y está ubicado en el centro de la ciudad. Por supuesto, le he dado la dirección a Blue antes de que se fuera a su casa. Cuando al fin llego, el lugar está lleno, pero la atmósfera es cálida y acogedora. Mis manos sudan un poco, y siento mi pulso algo acelerado por lo que está a punto de suceder. En el interior, Dexter ya está esperando en una mesa cerca de la ventana. Y debo decir que es incluso más guapo en persona que en sus fotos: alto, de cabello rubio y perfectamente peinado, con una sonrisa segura y un aire de sofisticación. Podía sentir una chispa de entusiasmo al verlo.
«Bien, empezamos bien, Miranda».
—Hola, Miranda —dice Dexter, poniéndose de pie y estrechándole la mano con un gesto firme, pero cálido cuando llego a su mesa—. Es un placer conocerte en persona.
—El placer es mío —respondo con una sonrisa genuina.
—Pero, ven. Toma asiento, por favor. —Me corre una silla en un gesto de caballerosidad y me ubico en la silla. — ¿Algo de beber? ¿Comer?
—Por ahora una copa de vino estaría genial.
Le hace una ligera seña al camarero que se acerca. La velada comienza bien. Hablamos de nuestros trabajos, escucho una que otra anécdota sobre su experiencia con la app de citas y reímos sobre los perfiles más absurdos que había encontrado. Al fin, decidimos pedir la cena y, mientras esperamos, me doy cuenta de que Dexter tiene un carisma natural y una facilidad para mantener la conversación fluida, y comienzo a relajarme, convencida de que la cita tiene potencial.
Pero todo cambia después de que llega el plato principal y he dado cuenta de la mitad de él.
—Sabes, Miranda —comenta Dexter mientras corta un trozo de su filete—, hay algo de lo que me gusta hablar con personas inteligentes como tú. Es sobre las verdades que la mayoría de la gente no ve.
Arqueo una ceja, intrigada.
—¿A qué te refieres?
—Las conspiraciones —contesta él con una seriedad que no me sorprende—. Por ejemplo, ¿has notado cómo las grandes corporaciones y los gobiernos manipulan todo a su alrededor? La gente piensa que es teoría, pero yo estoy convencido de que es real. Lo he estudiado a fondo.
Sonrío de manera cortes, esperando que sea una observación pasajera. Pero no lo es. Durante los siguientes veinte minutos, Dexter se sumerge en un monólogo interminable sobre teorías que abarcaban desde control mental mediante r************* hasta sociedades secretas que supuestamente gobernaban el mundo desde las sombras. Aunque al principio trato de mantenerme interesada, pronto siento que la conversación se torna pesada y un tanto absurda.
Cómo diría la yaya. «Este subnormal está perturbado».
—… Y no puedes confiar en los bancos centrales —continúa, Dexter—. Ellos controlan el valor del dinero para mantenernos a todos como esclavos del sistema.
Tomo un sorbo de su vino, intentando disimular mi creciente frustración. Intento por todos los medios cambiar de tema varias veces, pero Dexter siempre encuentra la manera de volver a sus teorías conspirativas. Finalmente, decido que he tenido suficiente.
—Dexter, ha sido una velada interesante —empiezo con una sonrisa forzada—, pero creo que deberíamos pedir la cuenta. Mañana tengo un día muy ocupado y necesito descansar.
—¡Oh, claro! —espeta de acuerdo, pero luego parece ignorar mi sugerencia y continúa hablando como si no hubiese dicho nada—. Quiero mostrarte un video que prueba todo lo que he dicho. Quiero contarte sobre la conexión entre los Illuminati y las pirámides de Egipto. Es fascinante, te cambiará la perspectiva para siempre.
«Tiene que ser una puta broma». Resoplo en medio de una risa incrédula de que esto me este pasando, trato de mantener la calma. Es evidente que Dexter no capta las señales. Entonces, decido recurrir a una estrategia diferente.
—Voy al baño un momento —murmuro, mientras me levanto de la mesa—. Ya vuelvo.
Dexter asiente, absorto en su teléfono, mientras busca el supuesto video revelador. Caminó con calma hacia la parte trasera del restaurante, pero en lugar de dirigirme al baño, dobló hacia una de las salidas. Una vez fuera, el aire de la noche me golpea el rostro y se apresuró a llegar a su auto. Al cerrar la puerta del vehículo, suelto un suspiro de alivio. Enciendo el motor y miró hacia el restaurante por el retrovisor sin poder creer lo que acabo de vivir. Está claro que no es tan fácil como creía. «¿Cómo es posible que un hombre tan guapo y, en apariencia tan perfecta, puede estar tan obsesionado con teorías tan descabelladas?»
Guapo, pero con la teja corrida.
Resoplo y me pongo en marcha mientras me alejo; no pudo evitar reírme de la situación. Aunque la cita ha sido un fracaso, al menos ahora tengo una historia memorable que contar a Blue.