—Eso… eso estuvo… —consiguió decir con dificultad, su cabeza estaba echada hacia atrás y sus ojos los había puesto en blanco, seguramente ante el cúmulo de placer que mi lengua le proporcionó—. Alan… quiero más.
Sonreí de manera lobuna, sobre todo al ver su mirada oscurecida con el más intenso de los deseos. ¡Dios! ¿Acaso esto era un sueño otra vez? No… no podía ser.
—¿Quieres más? —alcé una ceja y asintió sin pensar, dejándome sumamente complacido—. Bien… entonces prosigamos.
La vi retener el aliento cuando continué subiendo por su cuerpo y lamí la línea de su ombligo, mientras acariciaba su costados con las palmas de las manos y deslizaba mis dedos por su suave piel, llevándome la blusa de algodón en el camino.
—¿No llevas brasier?
—No… a veces no los uso… —respondió con la respira
