Llegamos al restaurante italiano. La lasaña, definitivamente, está deliciosa. Pasamos una velada agradable platicando de todo un poco. Luego, llegamos al apartamento y todavía no nos bajamos de elevador cuando nos estamos desvistiendo. Este hombre me vuelve loca: no puedo resistirme a sus caricias. Me pega a la pared, me sube la falda, hace a un lado mi ropa interior y con urgencia se introduce en mí. ¡Santo Dios mío!, esto cada vez es mucho mejor. Cuando ya entramos en el apartamento, me confiesa: —Cariño, soy adicto a ti, te amo. —También te amo y yo estoy encadenada a ti, no lo olvides. —Le señalo mi pulsera. Nos damos una ducha y, más relajados, nos acostamos a dormir. A la mañana siguiente, Jacob está enfermo de nuevo. —Cariño, de nuevo me siento mal. No sé qué me pasa. —Buen
Escanee el código QR para descargar y leer innumerables historias gratis y libros actualizados a diario