Cuando me despierto Dustin está a mi lado con sólo sus pantalones grises. Está espatarrado en la cama y con un brazo me abraza por debajo del cuello y el otro me sujeta por la espalda contra su pecho. Intentó no despertarlo, pero fallo estrepitosamente. —Duérmete otro rato —me sujeta con más fuerza y apoya su cabeza contra la mía, pero mi pelo le hace cosquillas y me lo aparta de la cara con cuidado. No quiero preguntarle que hizo anoche o a qué hora volvió. No soy su madre, pero la curiosidad me mata. Aun así no pregunto. —Tengo que levantarme, Dustin. Y tu también deberías para ver cómo está tu casa. No me fiaría mucho de Max como perro guardián. Dustin abre los brazos para estirarse y me escapo de la cama. Aprovecho que tiene los ojos cerrados para peinarme y verme decente. —Max e