La mujer solamente sigue cubriendo a medias su cuerpo, mientras me observa esperando a que le responda lo que me preguntó y yo no quiero ni siquiera hablar, porque estoy segura de que nada amable me saldría en este momento. —¿Me vas a decir quién eres y por qué estás en la oficina de Julien? ¿Eres la aseadora de este lugar? —me pregunta con voz odiosa y recorre mi cuerpo con su mirada, de arriba abajo, lo que me hace apretar la mandíbula y respirar profundo. —Soy Amelie Betancourt, la dueña de este teatro e hija del fundador y si no te largas en este preciso momento, puedo convertirme en tu peor pesadilla —le digo en tono amenazante y doy algunos pasos hacia ella. Noto que mi acción la hace sentir nerviosa y sus ojos se dilatan al verme acercar. —¡¿Quién te crees en venir a tratarme