Diariamente la mujer rubia entró al campo de cultivo, pasó las manos entre la hierba y se encontró con Verano – divinidad. Su nombre era Celeste y hacía algo imposible, entrar a melros. Con el paso de los días Verano supuso que esa mujer era una semidiosa, posiblemente hija de Océano – ya puedes irte, no me interesa acabar con la sequía. – Sí lo hicieras los mortales te adorarían, construirían altares en tu nombre y dejarían de tratar a los cuervos como aves de rapiña. Verano se recargó sobre el tronco de un árbol – no tengo palabras para la idiotez que acabas de decir. Celeste sonrió – la sangre del dios de las tinieblas le permitirá controlar el fuego con mayor exactitud y la adoración de los mortales le dará una mejor posición en Verium, pero usted desecha ambas cosas, divinidad.

