Sin prestar atención a la otra persona en la azotea, Kenian caminó hacia el frente para no perderse el momento en que los rayos del sol trepaban sobre la muralla e iluminaban cada rincón de la ciudad para luego trepar por las paredes y llegar a la azotea del castillo. Berenice escuchó un ruido detrás suyo y giró la mirada para ver al príncipe Kenian – alteza – bajó la mirada en un velid muy rustico que era difícil de entender. Kenian sonrió de una forma burlona y Berenice frunció el ceño mirándolo muy fijamente. – La forma en que dijiste ¡alteza! – explicó Kenian en nelsira – se escuchó como si dijeras, ¡diente! Berenice entreabrió los labios queriendo decir algo, pero su velid no era bueno – estoy aprendiendo – dijo en nelsira. – Lo haces bien, intenta no alargar tanto las vocales, e

