El fuego trepa por las piernas de Zumbido, él gira la cabeza dejándole de prestar atención a Narciso y agranda los ojos, sé que lo sabe, que voy a matarlo. – Hay reglas – dice desesperadamente – los gatos de Otoño recogen las almas de los muertos, sabrán que un dios me mató, revelarás tu posición. – Ah, eso, lo hice hace mucho, verás, resultaste ser una criatura más cuidadosa que yo – no es algo de lo que me enorgullezca, ahora – termina de morir. Su mandíbula se contrae, sus dientes se aprietan y sangre negra surge de sus fosas nasales, su ropa se quema más rápido que su piel y revela marcas oscuras, tatuajes o quizá, golpes de látigo que alguien más dejó sobre todo su cuerpo y en su pecho…, un cuadrado dibujado. Entiendo. Aquel día, después de que Sinda murió, descubrí que me faltab

