Unos días después estamos aterrizando en Moscú y yo me encuentro muy ansioso de verla, observo a mi padre hablar por teléfono mientras bajamos del avión. Sonrió llevando mi mano al bolsillo donde palpo el regalo que compre para mi Oasis y que fue inevitable no comprar. Cuando salimos del avión veo que Alek nos espera sonriente. - Bienvenidos – dice acercándose a nosotros extendiendo su mano a mi padre – un placer, señor Rivera. Alek Pavlok - Raúl Rivera – responde mi padre estrechando su mano antes de subir a la camioneta. - ¿Cómo estás? – pregunto a lo que él asiente con la cabeza. - ¿te quedo gustando Moscú? – pregunta divertido mientras yo niego con la cabeza sonriendo. - Tiene muy, pero muy buenas vistas – respondo subiendo junto a mi padre viéndolo sonreír. Mientras vamos camino