Cerró la puerta detrás de ella, y avanzó hacia su escritorio. Dejó su mochila a un lado y sus ojos cayeron sobre su biblia, seguía ahí, no la había vuelto a tocar, la noche anterior había rogado en sus oraciones sentirse mejor, aunque fuera por unas horas, extrañamente de tantas plegarias, una se le había cumplido. Aunque el día no fue de gran ánimo, no se sintió mal y disfrutó de la compañía de sus amigos. —Lo siento. —susurró entre cortada. Abrazó sus brazos y se dejó caer sentada en el suelo. —. Lo siento, entiendo que dejaste que pasará pero, me dejaste, siento que me abandonaste, y tu silencio me está debilitando. Perdón, por cuestionar cuánto me amas, lo siento, no quiero entender nada solo quiero que me hagas sentir mejor, no me dejes. Lágrimas mojaron su uniforme, sus dedos e