Marcos se queda quieto, mirando la puerta vacía del departamento de Sofía como si pudiera hacerla aparecer solo con el pensamiento. No entiende nada. Hace unas horas ella estaba ahí, discutiendo, llorando, diciendo que se había acabado. Y ahora, simplemente, ya no está. Se pasa las manos por el cabello, furioso. —¿Qué demonios te pasa, Sofía? —masculla entre dientes, caminando de un lado a otro. No puede creerlo. Sofía era su fuente constante de dinero, su “proyecto perfecto”, como él solía llamarla con cinismo. Ella confiaba en él, creía en sus historias de inversiones, en sus supuestas conexiones. Ahora todo se ha desmoronado. Y sin ella, su cuenta bancaria se vacía más rápido de lo que puede soportar. A la mañana siguiente, se levanta con una sola idea en mente: conseguir otra mujer

