Para Valentina, este día resulta ser el más agotador que jamás tuvo. Siente que ya no tiene esperanzas, que está devastada por completo.
La tristeza en su pecho pesa demasiado. No logra sostenerse más en la empresa, así que recoge sus cosas con lentitud y sale. Afuera toma un taxi y pide al chofer que la lleve hasta la mansión De La Vega.
El camino se le hace eterno, aunque en realidad son solo unos minutos. Apenas el auto se detiene frente a la entrada, ella paga y baja, con un suspiro que le duele hasta los huesos.
El mayordomo la recibe con su amabilidad habitual.
—Vengo a ver a la señora Victoria, ¿ella se encuentra en casa? —pregunta con la voz apagada.
—La señora Victoria está en la sala, por favor, pase.
Valentina entra. Apenas cruza el umbral, la señora Victoria deja a un la
