Unas horas antes, en la mansión de Alejandro… Al amanecer, Camila abre los ojos con pesadez, estirando una mano hacia el lado vacío de la cama. El frío de las sábanas le provoca un escalofrío incómodo. Parpadea varias veces, dejando que su vista se acostumbre a la claridad que se filtra por las cortinas entreabiertas. Su mente aún está nublada, pero basta con girar un poco la cabeza para notar lo que le remueve las entrañas de descontento: Alejandro no durmió con ella anoche. Se incorpora lentamente, mirando el hueco en el colchón como si esperara que él apareciera allí de pronto. La almohada sigue intacta, sin la marca de su cabeza. —Genial… —murmura con voz ronca—. Otra noche de fantasma. Un recuerdo tenue se desliza en su cabeza: Alejandro besándole la frente la noche anterior, mu

