Desde que encuentra las carpetas de Don Facundo, Valentina no deja de pensar en ellas. Alejandro le había prohibido entrar al laboratorio de la empresa, pero la necesidad de comprobar aquellas fórmulas la empuja a buscar un lugar donde trabajar sin llamar demasiado la atención.
Durante días recorre los pasillos más apartados, soportando miradas de desconfianza e incluso advertencias de los guardias. Aun así, persiste.
Hasta que un día, cerca del cuarto de archivos, se topa con una puerta que parecía cerrada por mucho tiempo. Al abrirla, descubre un laboratorio en desuso: equipos cubiertos de polvo, frascos olvidados y un aire denso de abandono.
Su corazón late con fuerza. Ese lugar puede ser su refugio.
Pasa casi dos semanas limpiando y acondicionando el espacio, entrando siempre en
