12. Muerte en el páramo-2

2852 Palabras

—¡El sabueso! —gritó Holmes—. ¡Venga, Watson, venga! ¡Dios mío, que no lleguemos demasiado tarde! Empezó a correr ágilmente y yo le seguí pegado a sus talones. En ese momento, desde un lugar del agreste terreno, situado frente a nosotros, nos llegó un último aullido desesperado y, a continuación, el sordo ruido de alguien que caía. Nos detuvimos y escuchamos. Ningún otro sonido rompió el pesado silencio de la noche en calma. Vi cómo Holmes se llevaba la mano a la frente, como una persona enloquecida, y golpeaba el suelo con el pie. —Nos ha derrotado, Watson. Llegamos demasiado tarde. —¡No, no; no puede ser! —¡Qué estúpido fui en no adelantarme! ¡Y usted, Watson, vea la consecuencia de haber abandonado su misión! ¡Pero por el cielo que, si ha sucedido lo peor, le vengaremos! Corrimos

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