Las luces de la mansión Oz se van apagando poco a poco y Enzo sabe que el momento que tanto estaba esperando por fin ha llegado. Sus piernas están comenzando a hormiguear de estar tanto tiempo agachado escondido dentro del arbusto.
Hay dos guardias deambulando en esa parte, pero no le preocupan demasiado, porque sabe qué puede pasar desapercibido si espera el momento adecuado para avanzar hacia la puerta de la cocina.
Camina unos metros por el costado de la muralla hasta que un cambio de puesto entre los vigilantes le da el impulso que estaba esperando.
Corre hasta la puerta y al tantearla, esta no abre. Saca la pequeña navaja que trae en el bolsillo de su pantalón y la fuerza para poder entrar.
Todo el sitio ya está semi oscuras, pero con suerte alumbra su camino con la linterna de
