VANIA ISABEL Sentados bajo nuestro pequeño y torcido arce que ahora está lleno de follaje, el día parece detenerse. Sus ramas y hojas se mecen al ritmo pacifico del viento de la primavera. El musgo bajo mis muslos se siente suave y fresco. Escucho el canto de los mirlos, el zumbar de las abejas, el martilleo de los pájaros carpinteros, los saltos trémulos de las ardillas que van de árbol en árbol, y el galope incesante de los corzos. Justo al frente se aprecia la triada de los mirlos, altas, imponentes y vivas…Con una coronilla de nubes que las surcan por la espalda. El cielo es azul, de un tono vibrante, el sol apenas y nos quema, ya que es más como caricias melosas. Todo se ve hermoso, todo es perfecto, salvo por una cosa, y esa es que yo no puedo apreciar la belleza de lo que nos rodea