Vania Isabel —¡Răzvan! —pronuncio su nombre en una súplica fugaz. Y solo un segundo después, muerdo la mano de Valeska con tanta fuerza que lo suelta. Lo veo caer al suelo y toser mientras trata de incorporarse otra vez. Yo gimoteo y me le pego al cuerpo. Valeska se endereza y me mira atónita. No puede creerlo, así que gira en busca de mí. Y cuando no me encuentra, sus ojos se abren como platos y me presta atención. —Eres una Wilki… Le gruño y me planto frente a Răzvan. Los gitanos corren aterrados, pero algunos toman picos y armas improvisadas, listos para comenzar a rodearnos mientras el resto huyen despavoridos. —¡No los dejen escapar! —gritan. —¡Monstruos! —corean algunos y es cómico cuando las primeras antorchas se empiezan a encender. No es algo raro, pues el fuego es la única