Mis pies, han sido la base de este cuerpo. Mis piernas, las que me han permitido trasladarme con agilidad entre arbustos, ríos y edificios. Mi tórax, posee gran parte del motor que vibra resonante repartiendo la flameante gasolina llamada odio. Mis brazos, levantan con fuerza descomunal todas las armas creadas por el cielo y el infierno y se extienden enlazándose con los tendones que conforman mis manos las cuales capturan mi sustento diariamente. Y mi cabeza, aquella cuya mandíbula destroza desde la dermis hasta los huesos, con un olfato que captura el perfume del miedo en las presas, los ojos pulidos por lava infernal que divisan el estertor de los cuerpos y sincronizados a los oídos reconocen el aullido del alma despedazada. Mis pulmones respiraban la toxina sulfurosa del torrencial qu